En riguroso bilingüe.
A pesar de haberle leído buenas críticas no me ha terminado de convencer esta especie de drama costumbrista con toques de surrealismo.
Nos cuenta la vida de Irune, una chica que vive en Amurrio, con un trabajo de mierda en la fábrica, un vecindario con el que no se lleva nada bien desde que denunció a un vecino alcohólico que agrede a su madre y para más añadidura le detectan un tumor en el pecho. Una fiesta, vaya.
Pero tiene un novio imaginario, un empleado de RENFE que le dice los horarios de los trenes (con todos mis respetos al personal de RENFE, me parece un poco cutre, pudiendo fantasear con un actor de Hollywood, un astronauta o un administrativo del Parque Móvil de la Diputación Foral de Bizkaia, pero cada uno fantasea con lo que le apetece) y además sueña con ir a Lisboa, pues lo más lejos que ha estado de su casa es Portugalete. Puro glamour y lujo, vaya.
Por el camino pasan cosas, como sus dimes y diretes con los despidos en su empresa (trabaja en una cadena de montaje de rollos de papel higiénico, puro glamour), sus peleas con el sistema sanitario y sus reuniones con la vecina maltratada.
Y así va alternando sus dramas del día a día con sus conversaciones con el novio ferroviario, que cada vez es interpretado por un actor distinto, y se termina la película con una sensación de no haber entendido qué es lo que me querían contar. Si es una alegoría de algo, corría más que yo y se me ha escapado.
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