miércoles, 30 de julio de 2025

La mascarada de la muerte roja

Mi preciado tesoro.

No hay que confundir con la célebre obra de Edgar Allan Poe "La máscara de la muerte roja", de la que obviamante esta trilogía de Robert Weinberg toma su título, pues no tiene nada que ver.

Era 1999, con un joven Jokin totalmente fascinado por Mundo de Tinieblas y en especial los juegos de rol Vampiro: Edad Oscura y Vampiro: La Mascarada (que nadie se piense cosas raras, simplemente era mi mundo ficticio favorito por aquel entonces), tanto que eran los únicos juegos a los que jugábamos. Entonces vi en mi librería habitual el primero de los libros, "Guerra de sangre". ¡Una novela de Vampiro, con todos sus clanes y su parafernalia!

Compré el primer tomo y lo devoré, así como los dos siguientes en cuanto cayeron en mis manos, y eso que en la época de la universidad no es que leyera mucho más allá de los libros de la carrera. Pero eso era precisamente lo que me apetecía entonces.

¿De qué va la Mascarada de la muerte roja? Francamente, ni lo recuerdo ni me importa. Sé que había conspiraciones de gente extremadamente poderosa, a cual más bruto, y que un antiguo y misterioso vampiro llamado "La muerte roja" iba a venir a liarla petarda y llenarlo todo de caos. Una borrachera de clichés y exageraciones, donde todo era muy misterioso y cada personaje más ridículamente fuerte que los anteriores, en los que había momentos que daba verdadera vergüenza ajena. 

Era literalmente el equivalente literario a ese kebab grasiento que te comes de borrachera a las 4 de la mañana, que no pasaría ningún control de sanidad, pero que en ese momento te sabe a ambrosía de los dioses. 

¿Tenía calidad literaria? He escrito cosas mejores con el muslo cuando me he metido el teléfono en el bolsillo sin desbloquear. ¿Es una de las sagas literarias que más he disfrutado en mi vida? Sin ningún género de dudas, y por eso siempre van a tener un lugar de honor en mi librería.

¿Los volveré a leer algún día? Nunca se sabe, pero creo que hay cadáveres que es mejor no desenterrar.

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