No soy muy dado a echar la siesta, pero hay veces en que la modorra nos puede, especialmente cuando es lunes, hemos tenido que madrugar y hemos dormido poco en fin de semana. Tras llegar a casa, uno se planta en el sofá, delante de la tele, y cuesta seguir el hilo, los ojos se van cerrando y se hace difícil mantener la consciencia. En ese momento uno decide depositarse sobre la cama y abrazarse con fuerza a Morfeo (y no me estoy refiriendo a la versión Yaoi de Matrix) y dormitar un ratillo.
15-20 minutos de sueño teóricamente ligero, más por la duración que por la intensidad, a los que sigue el despertar desorientado, los rápidos giros de cabeza y la boca pastosa, unida a una sensación de bienestar y de estar como una rosa.
No siempre se consigue, pero cuando sí, es gloria bendita, como dormir en un autobús, algo de lo que yo era incapaz hasta que empecé a trabajar en Gernika (a mis memorias me remito) y una costumbre que recuperé cuando el destino me llevó a trabajar a Vitoria.
Esto es la typical spanish siesta.
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