Siguiendo lo narrado aquí.
Atravesé, como cada mañana la marea humana, miles de números anónimos, durmientes, ignorantes de su condición, a la vez vivos y muertos, yendo hacia su trabajo. Pobres ilusos, creyentes de una Libertad que no existe, víctimas de un engaño hábilmente urdido.
Pero a la vez, los veía con otros ojos. Ya no veía ciudadanos numerados. Veía personas, veía seres humanos. Encerrados en sus jaulas de 8 dígitos, pero personas, igual que yo, o que el anciano.
Llegué al Colegio, donde tuve que eludir un par de patrullas para evitar preguntas incómodas, pero ahí, apartado del bullicio, junto a lo que en tiempos debió de ser un río, estaba el edificio. Derruido, pero con algo especial. La herrumbre de los columpios, las tablas clavadas en los ventanales, las puertas desconchadas... te parecieron algo hermoso. ¿Era eso lo que antes llamaban "magia"?
Un hormigueo recorría mi cuerpo. Era emoción. Sabía perfectamente dónde me estaba metiendo. Al renunciar a las reglas, estaba pasando directamente al otro lado. Dejaba de ser 13.263.055, para ser simplemente "Randy", para ser yo.
Aunque el patio parecía desierto, dos personas se acercaron a mí. Un hombre y una mujer. Él era un hombre corpulento, de raza negra y con la cabeza afeitada. Ella, una chica joven, bastante atractiva, con una mirada profunda que no pude evitar que me recordara a Tammy.
-Yo soy Jack-dijo el hombre negro- y ella es Natascha, y creo que a estas alturas nuestros números de serie no son algo muy relevante. Tú debes de ser Randy, ¿verdad?
Tanta naturalidad me maravilló. Era la primera vez que me veía, y ya me hablaba con una naturalidad mayor que la de otros que llevaban años trabajando a mi lado en la fábrica. Jackno sonrió, ni me mostró nada especial que me diera pie a ello, pero me sentí aceptado. Me sentí a gusto.
-Es mejor que vayamos dentro -intervino Natascha- los Cascos Azules no suelen patrullar mucho esta zona, pero es una tontería correr riesgos. Dentro estaremos más seguros.
No podía evitar emocionarme entrar en aquela base secreta, ese paraíso prohibido, y la emoción era la misma que cuando siendo niño fantaseaba con ser el primero en hacer realidad la Terraformación, y aquella estancia polvorienta y llena de cucarachas me pareció tan idílica como ese mundo fértil del que nos hablaban. En el centro de la mesa imperaba un mapa con los sectores de ciudad 14, y en las paredes, fotos de edificios estratégicos, y de algunas de las personalidades relevantes. También algunas pintadas estilo "la ONU apesta", "la Terraformación es mentira" servían como decoración. Y sobre las sillas roñosas, media docena de personas armadas charlaban distendidamente.
Terroristas... era difícil asociar una palabra tan dura a estas personas. ¿De verdad eran éstos los terroristas y no los cascos azules? Las tropas opresoras eran las que realmente causaban terror, ocultos tras sus máscaras y amparados en la coacción. Eso es terror. Estas gentes solo me inspiraban simpatía. Un hombre leía un libro en una esquina, algo de un tal Orwell, sin el sello de aprobación del Ministerio de Ocio. En una de las sillas otro extraía un bello sonido de un aparato que llamaban armónica, mientras otro hacía comentarios jocosos. Sentados en la pared, una pareja joven, un chico y una chica, entrelazaban sus manos mientras escuchaban al hombre de los comentarios jocosos. ¿Acaso podía eso ser llamado terror?
Cuando todos estábamos presentes, Jack tomó la palabra:
-Amigos, "ciudadanos", que dirían los cascos azules... -sonriendo con sorna
-Jack, tu calva brilla igual que un casco azul, ¿no serás uno de ellos? -gritó riendo el hombre de los comentarios jocosos
-Oh, Pat, cállate, y deja que el oficial nos dé su discurso -dijo una de las chicas, sin que nadie perdiera la sonrisa.
-Si me permitís -siguió Jack- os presento a Randy, es nuestro nuevo fichaje. Tom habló ayer con él y me dijo que es de fiar, así que te damos la bienvenida, Randy.
Supuse que Tom era el nombre del anciano.
-Como te podrás imaginar, Randy, aquí nos dedicamos a cosas ilegales, y si nos llegaran a descubrir, estaríamos acabados. Tenemos que ser cuidadososo, y aunque es jodido tener que usar el mismo argumentario que los propagandistas de la ONU, debemos luchar codo con codo, y hacer ciertos sacrificios hasta que consigamos que la cosa cambie. Te puede parecer que hablo igual que ellos, pero hay una importante diferencia. Ellos te prometen la Terraformación, te garantizan que el futuro será mejor. Nosotros lo único que podemos asegurarte es, que si sale mal tendremos suerte si nos pegan un indoloro tiro en la nuca.
Capítulo 5
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