Corren tiempos difíciles. Vivimos momentos de delicado equilibrio, un equilibrio que nos ha costado mucho conseguir, y que corre el peligro constante de derrumbarse de nuevo, y provocar un nuevo colapso de la Humanidad, si no tomamos, cada uno de nosotros, las medidas que tenemos que tomar.
La Terraformación es posible. Son tiempos duros para todos, lo sé, pero la consecución de un fin superior exige sacrificios en aras a un beneficio posterior, y es mejor una mala situación transitoria, basada en el esfuerzo y la renuncia, si con ello se logra acceder a una situación mejor, que una eterna espiral descendente, y una nueva ruina.
Nuestros recursos son limitados. Ésa es y no otra, la razón por la que la población humana bajo ningún concepto debe exceder de los 100.000.000 habitantes, ni uno más cabe, y es una lección que el pasado debería enseñarnos, cuando en los tiempos anteriores a las grandes guerras una demografía exagerada llevó a una lucha fratricida y caníbal por los escasos recursos. De un plato no pueden comer 100 personas, y está en nuestra mano controlar esto.
La Historia nos ha enseñado valiosas lecciones, y las consecuencias de la Guerra. Antaño, casi toda la superficie del planeta era habitable. Hoy, fuera de las ciudades el aire es irrespirable, el agua es ácido, y el suelo es estéril y peligroso.
Esto tiene remedio, la Terraformación por la que trabajamos devolverá la tierra a niveles de prosperidad nunca conocidos, más incluso que los de la vieja era, y cuando se haya logrado, toda esta lucha habrá tenido sentido. Pero por eso hoy más que nunca es necesario que todos y cada uno de nosotros pongamos todo nuestro empeño. Cada persona es importante, cada uno de los 100.000.000 habitantes de este planeta. Si una pieza falla, todo se tambalea.
Debemos aprender de nuestros errores. En el pasado, el egoísmo de ciertos colectivos llevaba a la perdición, pensar en términos de "patria", "nación", "país"... es una negación de la individualidad del ser humano, y de los conceptos más básicos de la solidaridad por la que luchamos. Todos debemos velar por el bien de todos. Estamos en el mismo barco, rememos todos hacia el mismo destino. Dejemos atrás los tiempos en los que religiones y supersticiones eran motores de las sociedades. Y digo sociedades porque ése era el verdadero problema. No se daban cuenta de su error, de que las distinciones artificiales solo acarrean privilegios. Y los privilegios traen envidias, y la envidia trae conflicto.
No se trata con esto, por supuesto, de anular la posibilidad de que cada uno tenga aquello que merece, pues la consecuencia sería la de evitar toda voluntad de mejorar, de luchar, de crecer. Está en el orden natural de las cosas que queramos progresar, pues todos somos iguales, pero a la vez exquisitamente distintos. Pero lo que no se puede concebir es que unos sean más distintos que otros, y por eso hay que huir de rasgos diferenciales distintos de la propia individualidad de cada persona.
Habrá un tiempo en el que cada hombre, y cada mujer, sean dueños de su propio destino, cuando la Terraformación se haya realizado, y los recursos no sean tan trágicamente limitados como ahora. Aprendida la lección que nos deparó el futuro, sabremos no caer en lo mismo, y lograr una Sociedad en la que nadie tenga que verse desasistido, en la que todos tengamos la oportunidad de hacernos a nosotros mismos. Pero la Terraformación no llegará sola, debemos luchar por ella, y es importante que todos cumplamos con la labor que se nos asigna, es necesario que cada uno de nosotros contribuyamos con aquello que mejor se nos da. La Terraformación es posible, luchemos por ello.
Pero luchar por ello no se limita a cumplir con nuestros deberes más inmediatos. También es responsabilidad de cada uno velar por que nuestros compañeros cumplan. Por desgracia toda Sociedad tiene sus elementos disruptivos, enemigos del sistema, enemigos de los demás, enemigos de sí mismos, y de la misma forma que nos defendemos de las inclemencias del tiempo, de ellos también debemos defendernos, y es sin duda preferible tomar medidas en apariencia dura, que condenar a la Humanidad a una nueva Era Oscura, y a un nuevo Holocausto.
No cerremos pues los ojos al pasado, no obviemos las razones que acabaron llevando a la fragmentada Humanidad a su propia perdición, de la que aún nos estamos recomponiendo, y tampoco cerremos los ojos al presente. Hemos de evitar tropezar con las piedras del pasado, y hemos de eliminar los escollos del presente. Solo así lograremos el objetivo común.
Y desconfiad de las mentiras de los inconscientes que, movidos por estímulos egoístas, rebaten los más elementales principios de las Naciones Unidas, que se ciegan y niegan la evidente necesidad de las medidas que salvaguardan a la Humanidad de caer otra vez en lo mismo, que envenenan con sus palabras y sus actos, y que son un peligro activo para todos nosotros.
Huid de conceptos arcaicos y superados, escapad de ideas como "multiculturalidad", "creencias" o "pueblos", desconfiad de quien propugne la riqueza lingüística, pues quien habla en una lengua diferente al Esperanto, que todos conocemos y hablamos, es porque sin duda no quiere ser entendido por todos, quien dice algo que no todos entienden, es porque obviamente algo oculta. Y la desconfianza mutua es lo que lanzó a los hombres los unos contra los otros.
Afortunadamente, contamos con el inestimable apoyo de los Cascos Azules, que día a día luchan por salvaguardar nuestros derechos y nuestra seguridad, combatiendo con la firmeza que sea necesaria a aquellos que amparados en el más brutal egoísmo, y desoyendo la prudencia y el sentido común, incumplen las normas de convivencia, poniendo el peligro a todos, ellos son los llamados Terroristas.
Pero no quiero cerrar este comunicado sin unas palabras de esperanza. El presente es duro, pero el futuro es brillante. La Terraformación es nuestro objetivo, y la Tierra volverá a ser un vergel, donde la Humanidad tendrá por fin su verdadera era dorada.
3 de noviembre de 2084.
La Terraformación es posible. Son tiempos duros para todos, lo sé, pero la consecución de un fin superior exige sacrificios en aras a un beneficio posterior, y es mejor una mala situación transitoria, basada en el esfuerzo y la renuncia, si con ello se logra acceder a una situación mejor, que una eterna espiral descendente, y una nueva ruina.
Nuestros recursos son limitados. Ésa es y no otra, la razón por la que la población humana bajo ningún concepto debe exceder de los 100.000.000 habitantes, ni uno más cabe, y es una lección que el pasado debería enseñarnos, cuando en los tiempos anteriores a las grandes guerras una demografía exagerada llevó a una lucha fratricida y caníbal por los escasos recursos. De un plato no pueden comer 100 personas, y está en nuestra mano controlar esto.
La Historia nos ha enseñado valiosas lecciones, y las consecuencias de la Guerra. Antaño, casi toda la superficie del planeta era habitable. Hoy, fuera de las ciudades el aire es irrespirable, el agua es ácido, y el suelo es estéril y peligroso.
Esto tiene remedio, la Terraformación por la que trabajamos devolverá la tierra a niveles de prosperidad nunca conocidos, más incluso que los de la vieja era, y cuando se haya logrado, toda esta lucha habrá tenido sentido. Pero por eso hoy más que nunca es necesario que todos y cada uno de nosotros pongamos todo nuestro empeño. Cada persona es importante, cada uno de los 100.000.000 habitantes de este planeta. Si una pieza falla, todo se tambalea.
Debemos aprender de nuestros errores. En el pasado, el egoísmo de ciertos colectivos llevaba a la perdición, pensar en términos de "patria", "nación", "país"... es una negación de la individualidad del ser humano, y de los conceptos más básicos de la solidaridad por la que luchamos. Todos debemos velar por el bien de todos. Estamos en el mismo barco, rememos todos hacia el mismo destino. Dejemos atrás los tiempos en los que religiones y supersticiones eran motores de las sociedades. Y digo sociedades porque ése era el verdadero problema. No se daban cuenta de su error, de que las distinciones artificiales solo acarrean privilegios. Y los privilegios traen envidias, y la envidia trae conflicto.
No se trata con esto, por supuesto, de anular la posibilidad de que cada uno tenga aquello que merece, pues la consecuencia sería la de evitar toda voluntad de mejorar, de luchar, de crecer. Está en el orden natural de las cosas que queramos progresar, pues todos somos iguales, pero a la vez exquisitamente distintos. Pero lo que no se puede concebir es que unos sean más distintos que otros, y por eso hay que huir de rasgos diferenciales distintos de la propia individualidad de cada persona.
Habrá un tiempo en el que cada hombre, y cada mujer, sean dueños de su propio destino, cuando la Terraformación se haya realizado, y los recursos no sean tan trágicamente limitados como ahora. Aprendida la lección que nos deparó el futuro, sabremos no caer en lo mismo, y lograr una Sociedad en la que nadie tenga que verse desasistido, en la que todos tengamos la oportunidad de hacernos a nosotros mismos. Pero la Terraformación no llegará sola, debemos luchar por ella, y es importante que todos cumplamos con la labor que se nos asigna, es necesario que cada uno de nosotros contribuyamos con aquello que mejor se nos da. La Terraformación es posible, luchemos por ello.
Pero luchar por ello no se limita a cumplir con nuestros deberes más inmediatos. También es responsabilidad de cada uno velar por que nuestros compañeros cumplan. Por desgracia toda Sociedad tiene sus elementos disruptivos, enemigos del sistema, enemigos de los demás, enemigos de sí mismos, y de la misma forma que nos defendemos de las inclemencias del tiempo, de ellos también debemos defendernos, y es sin duda preferible tomar medidas en apariencia dura, que condenar a la Humanidad a una nueva Era Oscura, y a un nuevo Holocausto.
No cerremos pues los ojos al pasado, no obviemos las razones que acabaron llevando a la fragmentada Humanidad a su propia perdición, de la que aún nos estamos recomponiendo, y tampoco cerremos los ojos al presente. Hemos de evitar tropezar con las piedras del pasado, y hemos de eliminar los escollos del presente. Solo así lograremos el objetivo común.
Y desconfiad de las mentiras de los inconscientes que, movidos por estímulos egoístas, rebaten los más elementales principios de las Naciones Unidas, que se ciegan y niegan la evidente necesidad de las medidas que salvaguardan a la Humanidad de caer otra vez en lo mismo, que envenenan con sus palabras y sus actos, y que son un peligro activo para todos nosotros.
Huid de conceptos arcaicos y superados, escapad de ideas como "multiculturalidad", "creencias" o "pueblos", desconfiad de quien propugne la riqueza lingüística, pues quien habla en una lengua diferente al Esperanto, que todos conocemos y hablamos, es porque sin duda no quiere ser entendido por todos, quien dice algo que no todos entienden, es porque obviamente algo oculta. Y la desconfianza mutua es lo que lanzó a los hombres los unos contra los otros.
Afortunadamente, contamos con el inestimable apoyo de los Cascos Azules, que día a día luchan por salvaguardar nuestros derechos y nuestra seguridad, combatiendo con la firmeza que sea necesaria a aquellos que amparados en el más brutal egoísmo, y desoyendo la prudencia y el sentido común, incumplen las normas de convivencia, poniendo el peligro a todos, ellos son los llamados Terroristas.
Pero no quiero cerrar este comunicado sin unas palabras de esperanza. El presente es duro, pero el futuro es brillante. La Terraformación es nuestro objetivo, y la Tierra volverá a ser un vergel, donde la Humanidad tendrá por fin su verdadera era dorada.
3 de noviembre de 2084.
Ciudadano Nº 0.000.001
Secretario General de las Naciones Unidas.
Secretario General de las Naciones Unidas.
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