martes, 2 de noviembre de 2010

Aparcando en Bilbao

Ellos son los privilegiados.

El sábado cometí la osadía de profanar mi coche, arrancándolo de los dulces brazos del aparcamiento, con el ánimo de ir a Durango, y a la vuelta, cosa que no me sorprendió, tras media hora de buscar no encontré ni un solo aparcamiento, ya que sábado noche y con lluvia, suele ser difícil.

Hasta ahí bien, entraba dentro de lo previsible, así que mi idea, lo que he hecho otras veces. Lo aparco de forma no muy legal, y ya el domingo a la mañana tranquilamente lo aparco bien.

Esas eran mis intenciones, pero la realidad era bien distinta. La realidad me dice que entre zonas de raya azul (no sirven para dejar el coche más de dos horas) zonas de raya amarilla (no se puede aparcar) y calles peatonalizadas o de aceras ensanchadas, no había dónde dejar el coche. Estuve, y no exagero, una hora y cuarto buscando, y no había ni un solo sitio (pague usted OTA para esto) por lo que al final tuve que desistir, y aprovechando que ayer era festivo, lo dejé en una zona de carga y descarga. Había fracasado en mi misión, y había malgastado hora y cuarto de mi vida al volante (en ese tiempo me habría dado tiempo a ir, por ejemplo, a San Sebastián)

Pero ahí no iba a poder estar mucho tiempo, con lo que ayer nuevamente tuve que ir ayer ex profeso al coche para aparcarlo, y tras media hora larga de dar vueltas y vueltas, por fin se abrió ante mis ojos un sitio en el que poder dejar mi coche tranquilamente.

Haciendo números, media hora del sábado, más media hora de ayer, más la hora y cuarto del domingo, estuve en el coche más tiempo que el que habría necesitado para ir, por ejemplo, a Pamplona.

Para que luego digan que el coche da libertad.

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