Halloween es esa festividad irlandesa, adoptada por los americanos, y que últimamente se ha puesto de moda por estos lares, lo cual es positivo porque siempre está bien que haya excusas para ponerse un disfraz y hacer un poco el chorra.
Lo cierto es que la torrencial lluvia no acompañaba, y había poca gente, pero llevaba bastante tiempo sin salir, y la falta de gente se convertía en bares vacíos, con una primera visita a Iturribide, donde me emborrachaba en mis años de universitario (y alguna vez en COU) y para rememorar clásicos, katxi va, katxi viene, y el puntillo ahí estaba.
Después vino el recital de minipizzas, en un bar que dudosamente pasaría controles de sanidad, aunque también es cierto que a la cucaracha que correteaba por la pared (verídico) nadie le oyó quejarse. Por suerte la vimos después de haber comido.
Siguiendo con el recital de lugares insalubres, y viendo la debacle debares cerrados (y cambios de nombre, ya no me conocía ningun bar de Barrenkale) nos metimos en el célebre Soiz, de donde unas cuántas rondas después, y no fueron pocas, salimos tambaleándonos hacia el Azkena, mientras cantábamos a grito pelado el himno soviético. En el Azkena, algo más de bebida y el encuentro con un cylon desconocido que se convirtió en nuestro nuevo mejor amigo de la noche, y que intentó sin éxito invitarnos a una ronda de chupitos (ya que le acabamos invitando nosotros a él).
Y a una hora no muy tardía, serían como las 3, optamos por la retirada, con la suerte de que por el camino me topé con un solitario taxi que iba libre y me sirvió para teletransportarme hasta casita.
Lo cierto es que la torrencial lluvia no acompañaba, y había poca gente, pero llevaba bastante tiempo sin salir, y la falta de gente se convertía en bares vacíos, con una primera visita a Iturribide, donde me emborrachaba en mis años de universitario (y alguna vez en COU) y para rememorar clásicos, katxi va, katxi viene, y el puntillo ahí estaba.
Después vino el recital de minipizzas, en un bar que dudosamente pasaría controles de sanidad, aunque también es cierto que a la cucaracha que correteaba por la pared (verídico) nadie le oyó quejarse. Por suerte la vimos después de haber comido.
Siguiendo con el recital de lugares insalubres, y viendo la debacle debares cerrados (y cambios de nombre, ya no me conocía ningun bar de Barrenkale) nos metimos en el célebre Soiz, de donde unas cuántas rondas después, y no fueron pocas, salimos tambaleándonos hacia el Azkena, mientras cantábamos a grito pelado el himno soviético. En el Azkena, algo más de bebida y el encuentro con un cylon desconocido que se convirtió en nuestro nuevo mejor amigo de la noche, y que intentó sin éxito invitarnos a una ronda de chupitos (ya que le acabamos invitando nosotros a él).
Y a una hora no muy tardía, serían como las 3, optamos por la retirada, con la suerte de que por el camino me topé con un solitario taxi que iba libre y me sirvió para teletransportarme hasta casita.
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