Campeones de la Ginkana.
Unos días muy divertidos en Santander, pasándolo como un enano en el puente. Todo empezó el martes por la mañana, cuando fui en el coche a Santander con los amigos del antiguo club de rol, y con quienes estuve por la mañana jugando a juegos de mesa (Bandu, Dixit). También el encuentro con los frikis durangueses, quienes resulta que estaban alojados en el mismo hostal que yo.
Por la tarde, más juegos de mesa, y hacer alguna que otra prueba de la ginkana de las jornadas. Tenemos una tradición, y es que todos los años participamos. Y todos los años ganamos. Pero este año la competencia nos lo quería poner difícil, así que tuvimos que ponernos las pilas.
Por la noche, tranquilamente en el hostal, unas pizzas, algo de Blood Bowl de cartas, un poco de PS3, y a dormir.
Miércoles por la mañana. Partida de Galactica, donde me toca arrasar como cylon. Más pruebas de la ginkana, como inventar y cantar un villancico, esculpir figuras tolkienianas en plastilina o cuestionarios de preguntas teóricas (me permito el lujo de responder correctamente a todas las de Tintin sin necesidad de googlear) Por la tarde desembarca en Santander el resto de la tropa bilbaína, y nos apuntamos todos a una partida de rol en vivo, con desastroso resultado para mi personaje.
Por la noche cena masiva en el chino, y a tomar unos cuántos pelotazos. Con actividades apasionantes como la cetrería o los documentales de Paris Hilton en los que tratamos de discernir si quien entrevista en la tele a Paris Hilton es señor o señora. Y cubatas baratos. Y chupitos. Y cubatas. Y chupitos. Aproximadamente a las 4 nos batimos en retirada.
Jueves por la mañana, jueguecillos de mesa y pruebas de la ginkana. Haciendo números, vemos que matemáticamente hemos ganado, aun sin hacer la última prueba. Fieles a nuestras tradiciones, ganamos la ginkana, y decidimos renunciar al premio. Esta vez optamos por regalarlo al equipo rival, que tanto nos esforzó a currarnos las pruebas. Especialmente divertida, para mi gusto, la versión friki de Cuento de Navidad que representamos teatralizada.
Por la tarde otro rol en vivo, basado en el ajedrez, donde mi brillante estrategia se ve frustrada por la crueldad del azar (lo jodido es que es literal) y mi personaje sufre, nuevamente, desastrosas consecuencias. Luego ya despedidas, y a Bilbao.
Pero no acababa ahí el puente, pues había quedado con la vieja guardia rolera, que nos reunimos como una vez al año, para noche de juegos y risas. Hubo de ambas, hasta que ya a las 5 de la mañana optamos por retirarnos a nuestras casas.
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