domingo, 11 de diciembre de 2011

Acero Puro

Ni Wii ni hostias.

Rocky, pero con robots. Es la mejor definición que se me ocurre para esta película.

La historia, mil veces contada de un perdedor que recupera la fe en sí mismo y se acaba convirtiendo en una estrella. Aderezada además con todos los elementos de las Buddy Movies, ya que aquí el protagonista es un entrenador de roboboxeadores, al que le endiñan a un hijo biológico del que se quiere librar (Oh, película de Spielberg con niño) y huelga decir que el resultado es obvio. ¿Alguien duda de que padre e hijo acaban la película siendo inseparables?

Está claro que si tuviera que valorar Acero Puro únicamente por su historia y sus personajes, esta película suspendería estrepitosamente, pues no es más que una sucesión de clichés de película prenavideña. Uno tras otro.

Pero claro, Acero Puro no va de contar una historia. Va de peleas de robots. Va de efectos espectaculares y de escenas vistosas. Y ahí es donde hace fuerte su terreno la película. Los combates de robots son espectaculares y dinámicos, muy bien hechos y con unos efectos especiales espectaculares. La fotografía, la puesta en escena, todo el apartado visual es un regalo para los ojos. Y si a eso le sumamos que la película es entretenida, pues el balance es positivo. No es, desde luego, una película imprescindible, pero se deja ver.

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