Todos los caminos llevan a Palencia.
Escribo desde el tren, el Palencia-Bilbao que por fin nos lleva de vuelta, tras estos días de asueto y frikerío.
¿Y por qué Palencia? La respuesta es muy simple: volvemos en tren, y al no haber directos, cogimos con trasbordo. Y el trasbordo tuvo su complicación, ya que tan pronto hemos subido al tren en la estación de Valladolid, nos hemos percatado de un detalle... ¡Nos hemos equivocado de tren!
La confusión se entiende explicando que hemos llegado a la estación a las 15:15, siendo nuestro tren a las 15:35. Y en cuanto ha pasado un tren que ponía "Palencia" nos hemos montado, pensando que estaría un rato parado.
Pero cuando se ha puesto en marcha antes de la hora y hemos visto que nuestros sitios estaban ocupados, nos hemos percatado del error.
Afortunadamente no era un gran error, pues nos dirigiamos, aunque en otro tren, a Palencia. La putada, que no teníamos un billete en vigor para ese tren.
El riesgo estaba ahí. Sin embargo, nada ha pasado, pues en ese tramo no había revisor, información que nos ha dado el agente de seguridad al que hemos expuesto el problema, y que ha sido nuestro nuevo mejor amigo durante el trayecto, en el que hemos estado de charleta con él.
Al final la única diferencia es que hemos llegado 20 minutos antes a Palencia y son 20 los minutos de más que hemos tenido que esperar. Y ahora, juro y perjuro, vamos en el tren en el que tenemos que ir.
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