Porque traducir el título como "Hermanos de Grimsby", o simplemente "Grimsby" era una locura.
Me gusta el humor gamberro de Sacha Baron Cohen, aunque puedo entender que haya a quien le resulte desagradable su abuso de humor marrón, del que en esta versión cacaculopedopis de Kingsman abusa, para mi gusto demasiado. La película es muy divertida y me sacó la carcajada en más de una ocasión, y aunque no la estropea, es verdad que la brocha que emplea es demasiado gorda y sí que resulta excesivo tanto chiste de culos.
Pero a lo que importa, la película es tronchante, que es de lo que se trata, y así como a ratos tiene unos puntos demasiado fecales, no es menos cierto que hay momentos en los que tira con balas más finas y en otros nos deleita con un humor digno de tebeo de Mortadelo (la resolución meramente deportiva del partido de fútbol la habría firmado con gusto el propio Ibáñez) o directamente absurdo (¡Harry Potter pegándole el SIDA a Donald Trump!).
Bien, esto va de dos hermanos separados en su infancia. Uno (Mark Strong) es un eficiente agente del MI6, un superespía capaz de enfrentarse a todo tipo de peligros internacionales y en definitiva, un 007 calvo. El otro (Sacha Baron Cohen) es un seamos eufemísticos, desfavorecido social, que vive en un barrio de Grimsby, viviendo de las ayudas sociales para mantener a sus 11 hijos y disfrutando de las pequeñas cosas de la vida, sobre todo su pasión por el fútbol. Y cuando los caminos de ambos hermanos se cruzan después de 28 años, una complicada trama criminal les llevará a recorrer medio mundo en su lucha para evitar una terrible amenaza, dejando por el camino un montón de tiros, porrazos y chistes a cual más cafre.
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