martes, 29 de marzo de 2016

Crónica de las #omicron2016 (2)

Balones hacinados en condiciones infrahumanas. La cara oscura de #omicron2016

Siguiendo con el relato de las jornadas, me voy al sábado, en el que tuve que madrugar pero menos, pues tocaba hacer caso a los medios. Primero fue con el periodista de Aiaraldea, que vino a hacer un reportaje en euskera, con cuya entrevista me di cuenta de lo oxidado que tengo el euskera, con lo que me temo que se me escapó alguna que otra patada. Sin embargo, la entrevista fue bien y del reportaje me quedo con la que para mí es la foto de las jornadas, en las que la imagen que se llevó del rol fue la de una partida en la que había un chaval de ventipocos, un rolero de vieja escuela y dos mujeres que habían venido a traer a los niños a la Academia Jedi infantil, habían dejado a los padres cuidándolos y se animaron a probar a ver qué era eso del rol, y quedaron encantadas.

Luego me tocó atender a los del podcast "First Person Gamers" (del jueves olvidé comentar que había estado con los de "El Abismo de Tannhäuser, de la emisora Uhinak Irratia, de Llodio) que vinieron también a cubrir el evento y aprovecharon para entrevistarme. Total, que el sábado me sentí toda una celebridad.

Siguiendo con la mañana del sábado, vulneré uno de mis principios haciendo algo que en las reuniones previas juré y perjuré que no haría ni bajo coacciones, que era enseñar un juego a unos niños. Concretamente el "¡Tiburón!" (prometo que no es una metáfora de "eché unos niños a los tiburones"). 

Por la tarde, nuevamente, tocaba dirigir, pero esta vez una de rol en vivo: La llamada de Ctulhu, con descacharrante resultado. Y tras terminar, era el momento para leer y valorar  los relatos del concurso de Omicrorrelatos. Luego la cena, alguna partida de cartas (me enamoré del Boss Monster) y a por otra de las actividades oficiales de las Ómicron: la fiesta en el pub Amnesia. Muy divertida, con cubatas baratos, lleno de frikis y música adecuada a la ocasión. El punto negro, la permisividad del bar con el tabaco, que me tocó un poco las narices (y leyendo las encuestas de los asistentes a las jornadas, no soy el único al que le molestaba). Pero bueno, por no tenerla, preferí pasar el tema por alto en la medida de lo posible. A la gente de las jornadas sí podía pedirle que por favor no fumara, pero a los que simplemente eran lugareños, me temo que me iban a mandar a paseo, cosa que hizo un gilipollas en el segundo bar al que fuimos, cuando le pedí que por favor no me fumara en la cara...

El domingo tuvo poca actividad, siendo día de despedidas y clausurar las jornadas, siendo yo uno de los oficiantes de la ceremonia, que esperamos fuera del agrado de los asistentes. Y luego llegaba la ardua pero imprescindible tarea de recoger. Por suerte estábamos unos cuántos para ello, y en unas 3 horas ya estaba todo recogido y ordenado. La nota cómica cuando nada más cerrar del todo el frontón, recibo un mensaje preguntando si quedan plazas para pernoctar en las jornadas. Cachondeo general.

Viaje de vuelta, nos reunimos en la lonja para echar un ojo a las encuestas de valoración y tomar en consideración las diversas críticas y sugerencias que nos hacen (lo siento, pero no vamos a poner strippers ni escorts de lujo en las Ómicron de 2017) y finalmente me acabo yendo a casa a morir y dormir 57 horas seguidas.

Reventado, pero con ganas de repetir.

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