jueves, 30 de noviembre de 2017

Adiós al fijo

Smartphone de los años 80.

Las facturas son esa gran pesadilla de la vida moderna. Siniestros papeles que aparecen periódicamente en el buzón, que surten efecto los miremos o no (no abrir las cartas no hace que no nos pasen el cargo por el banco, doy fe). Pero mirarlas siempre provoca disgustos y nos hace pensar en cómo reducir esas feas cuantías.

Esta vez le tocó el turno a la factura del teléfono, con ese concepto ya obsoleto que era la "línea de fijo", por el que se me iban unos euros al mes. Tiempo atrás había conseguido reducir el importe dando de baja la televisión de pago (que no sé ni para qué la cogí) y ahora tocaba el turno a la línea del fijo. En los últimos 3 años calculo que habré usado el fijo de casa unas cinco veces, y el uso que le he dado ha sido llamar al móvil para saber dónde lo he dejado.

Tan poco usaba el teléfono fijo (nada), que por no saber, no me sabía ni mi teléfono de casa. En Chezgarcía, donde también había fijo (que no usaba) nunca me llegué a saber el número, y si lo tenía era porque la operadora me obligaba a tenerlo para poder tener conexión a Internet.

Pero me dio por probar suerte (sin demasiada esperanza, he de admitir) y llamé a Euskaltel, para ver si podía dar de baja la línea de fijo pero mantener teléfono móvil e Internet. Para mi sorpresa me dijeron que sí, que había una modalidad (Osoa Take Away) con la que me quitan la línea de fijo, me suben los gigas del móvil y me ahorro 6 euros al mes con lo que venía pagando hasta ahora. No es que sea una gran cantidad, pero me daba rabia pagar a cambio de nada.

Así que algo que de niño me habría parecido inconcebible, es ahora una realidad: no tengo teléfono en casa.

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