miércoles, 29 de noviembre de 2017

Saw VIII: Jiggsaw

Vamos a jugar a un juego.

Parece que con Saw VIII la saga vuelve a la senda buena. Aunque no es tan original y recicla tópicos manidos, consigue sorprender y no se convierte en el festival de muertes atroces sin sentido en el que se habían convertido las últimas entregas. Concretamente recuerdo la VII como terriblemente mala y la VI, que por suerte ni siquiera fue estrenada en España como directamente infame. 

Aquí vuelve, años después, la saga de los juegos que trocean gente, y regresa con un planteamiento muy similar al de Saw II, con un grupo de gente encerrada sin saber por qué ni dónde (muy Cube) y siendo sometida a trampas mortales que buscarán de una forma retorcida la redención de sus víctimas. 

Se pierde gran parte de la frescura (aunque no sé si "frescura" es un término que cuadre muy bien aquí) de los comienzos de la saga y la suspensión de la incredulidad se tambalea ante el ya demasiado exceso de previsión por parte del malo, en el clásico síndrome de "se llega a rascar la nalga izquierda en vez de la derecha y se va a la mierda todo el plan". Sin embargo, no sé si de forma consciente o no, la película juega muy bien con los miedos del espectador y los usa para darle un final bastante digno, mejor que el promedio Saw. Y naturalmente, es un final de "haha, te hemos estado follando la mente y te lo explicamos todo con pelos y señales mientras suena la musiquilla", pero bastante mejor traído que en otras.

Porque cuando digo que juegan con los miedos del espectador, no me refiero a que juegue con tripas y cuchillas, sino a un miedo más terrible, al miedo a "¿Por qué he venido a ver esto, si sé que va a ser una mierda?". Con cabriolas narrativas hace la del tahúr y durante gran parte del metraje finge ser una película mucho peor de lo que es, para cuando uno está ya echándose las manos a la cabeza horrorizado ante el sinsentido al que está siendo sometido (¡cielos, es aún peor que las anteriores!) se descuelga con el giro y de pronto todo cobra sentido. Y el espectador que juegue a creerse que las piezas encajen, quedará satisfecho con el resultado.

Naturalmente, podría dedicar muchas líneas a hablar de las vergüenzas de la película (hay momentos en los que la protagonista, lejos por parecer horrorizada, parece sufrir pero para aguantarse la risa), pero también hay que ser consciente del nivel de exigencia que uno debe llevar cuando va a ver la octava parte de una saga de cine de terror. Y en ese sentido, Saw VIII da mucho más de lo que esperaba de ella.

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