El rol es el que es.
Bueno, pues por fin delante de un ordenador, procedo a hablar de las jornadas. Dado que aún no estoy en Bilbao, cambio el orden habitual de narración y contaré las jornadas antes que el viaje.
Jueves
Llegado al CEULAJ y acretidado, me lanzo a dirigir una partida. Tomo posesión de la sala, reúno a los jugadores y dirijo el primer pase del rol en vivo "7 años y un día", sucedido por una mesa redonda sobre las mecánicas del mismo.
En la cena podemos ver que la calidad de la comida ha mejorado mucho con respecto a las TdN, una barbaridad, y luego me voy a dirigir el vivo "Ministerio del Tiempo: Tiempo de Copas", donde me lo paso como un enano haciendo de Salvador, pero sobre todo disfruto con un monumental Velázquez, que hacía que la partida fuera como ver desde dentro un episodio de la serie. Creo que podría dedicar una entrada del blog solo a ese Velázquez.
Acabada la partida, vamos como siempre al Pepe Johns, a comprobar que las botellas de ron siguen en su sitio, y a una hora razobable, de vuelta a la cama.
Viernes
Medio zombi, me levanto para desayunar y dirigir mi partida de rol de mesa del Ministerio del Tiempo (Con Hitos), donde Ernesto, Pacino, Entrerríos, Angustias y Velázquez viajan a 1839 para lograr que la primera guerra carlista termine como tiene que terminar. Muy divertida, incluso a pesar de que uno de los jugadores no había visto la serie (pero pilló en seguida el espíritu).
Por la tarde sigo dirigiendo, otra vez vivo: El tiempo de los erizos. No es de mis partidas favoritas, pero funcionó bastante bien, y los jugadores se metieron en seguida, sin nadie que se quedara al margen, así que el resultado fue todo lo bueno que puede ser.
Por la noche juego (rol en vivo) "Las nieblas de Silent Hill", una partida muy bien construida, pero que no me termina de gustar por dos motivos principales: uno, que en algunas partes era muy "escape room", y otro, que sí que no es culpa del vivo, es que el frío casi polar de las noches de Mollina se cebó en mi sistema respiratorio, y me hizo llegar a temer que al día siguiente no iba a poder ni levantar de la cama.
Sábado
A pesar de mis miedos de la noche anterior, me desperté relativamente bien (aunque los ronquidos del compañero de habitación, que me llegaron a hacer creer que se había colado un perro ladrador en el cuarto, no ayudaban) y dado que me había comprometido a dirigir, en la mesa me planté, y parece que la partida me fue animando. Era el segundo pase de la partida del Ministerio del Tiempo del día anterior, estando esta vez el reparto compuesto por Pacino, Alonso, Ernesto, Irene y Julián.
Por la tarde juego Revividos, una gamberrada en la que todos llevábamos personajes de otros vivos que hubiéramos jugado, y en honor a uno de los directores llevo a Larry Night, del vivo "Extraños en la noche". Una partida muy loca y muy divertida, pero también bastante cortita, tanto que al terminar nos da tiempo a hacer un segundo pase de "7 años y un día", que demuestra su rejugabilidad, pues uno de los que participaron el jueves por la tarde vuelve aquí a jugar, y tan a gusto.
Por la noche... otra vez 7 años y un día, donde pasa una cosa curiosa, pues como solo había 6 jugadores para 7 plazas (la única actividad de cuantas llevé que no se llenó rápidamente), opté por llevar yo uno de los personajes y acabé otra vez jugando mi propio vivo.
Domingo
Por la mañana, arrastrándome entre el resfriado, el cansancio y acumulado y puede que un poco del ron de la noche anterior, aterrizo en una partida de Savage Worlds, Greenspace: La prueba de Gygax. Una partida muy dinámica y una ambientación bastante simpática, con detalles francamente chanantes. Una especie de Fallout en el que las tribus se cimentan sobre elementos de la cultura pop, y en el que nuestra aldea era en esencia una civilización... de roleros.
Por la mañana, arrastrándome entre el resfriado, el cansancio y acumulado y puede que un poco del ron de la noche anterior, aterrizo en una partida de Savage Worlds, Greenspace: La prueba de Gygax. Una partida muy dinámica y una ambientación bastante simpática, con detalles francamente chanantes. Una especie de Fallout en el que las tribus se cimentan sobre elementos de la cultura pop, y en el que nuestra aldea era en esencia una civilización... de roleros.
Acabada la partida, pues comemos, la clausura, y viaje de vuelta. Como siempre, una experiencia maravillosa, unas jornadas muy bien montadas (en rol son lo mejor que hay, y por muchísimos factores), en las que lo peor ha sido el frío (¡uno no va desde Euskadi hasta Andalucía para dormir con manta, hombre!), y lo mejor, aparte de las partidas y la comida, el estar con un montón de gente a la que solo ves en este tipo de eventos, compartiendo buenos momentos, vivencias y chistes de pinganillos.
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