A Chamartín o al pozo.
Ayer, cerca de las 22:00 llegué por fin a Bilbao, pero las jornadas habían terminado en la sobremesa del domingo, así que la odisea para volver fue larga y repleta de emociones.
El domingo la cosa no fue muy complicada. Comimos, asistimos a la ceremonia de clausura y uno de los organizadores (¡Gracias, Rafa!) nos llevó en un coche a la estación de Antequera. En dicho viaje, ocupando el espacio central de tres viajeros de amplio tamaño en el asiento de atrás de un pequeño coche, mis piernas amenazan con doblarse en ángulos imposibles, mientras mi codo se perdía en la inmensidad de la tapicería y mi cuello se mostraba como ente no euclídeo.
En la estación de Antequera, mientras esperamos al tren, mis ojillos se van cerrando mientras esperamos al tren, pero sin mayores incidentes, salvo lo que llamamos el teorema de Santa Ana-Murphy (no importa en qué parte del andén esperemos, el coche al que tenemos que acceder siempre se materializará en el extremo más alejado posible de la estación). Unas horas de tren, que no pudo ser AVE, nos dejan en Madrid, donde seguimos con la ruta de los transportes públicos. Tras una vuelta absurda a la estación de Atocha, cogemos el Cercanías y allí el metro. Por fin en casa, pero no en la mía, sino en la de mi amigo Manu. Ya en casa, y cadavéricos perdidos, cena, algo de tele y a dormir.
El lunes tocaba ir a Bilbao, pero mi tren salí a las 16:05 (quédense con el dato). Mis anfitriones trabajaban, así que por la mañana me habilitan un hueco en su despacho, para que pueda pasar la mañana entretenido con mi portátil, y a las 13:30 o así, para andar sin prisas, nos vamos a comer. Comemos, me despido de ellos y sobre las 14:45 empieza el show de Jokin.
El plan era sencillo: en Aluche cojo el tren hasta Atocha, y ahí hago el trasbordo hacia Chamartín. Si nada se tuerce llego a Chamartín con tiempo suficiente para buscar la vía, ir al baño, leer el periódico y cursar dos carreras universitarias. "Si nada se tuerce", dijo él...
A ver, la parte de llegar a Atocha bien. Sin problemas. Miro el panel: "Chamartín - vía 2". Incluso hasta para alguien con una carrera de humanidades parece una instrucción sencilla de seguir, de modo que voy a la vía 2, cojo el tren y recorro mentalmente el trazado. Eh, un momento... esta parada no viene en el guión. ¿Por qué estoy en "El Pozo", camino de Vallecas?
Bajo apresuradamente del tren para cambiar de andén, con el ánimo de cambiar de andén y volver a Atocha. No nos pongamos nerviosos, son las 15:15, tenemos margen. Hay que esperar 7 minutos a que venga el tren. No nos pongamos nerviosos, hay margen.
A las 15:29 llego a Atocha. Tengo hasta las 15:55 más o menos para llegar a Chamartín sin agobios. Bajo del tren para coger el que me lleve a Chamartín. Miro el panel y veo dos cosas: una, que el siguiente tren para Chamartín pasa dentro de 6 minutos y dos, que el tren del que me acabo de bajar... llevaba a Chamartín.
¡Bravo, Jokin!
Pues nada, son las 15:30 pasadas y tengo dos trenes que me llevan a Chamartín; el de Recoletos y el del aeropuerto, que aparecerán más o menos a la vez. Y efectivamente, aparecen los dos a la vez. Tengo que tomar una rápida decisión, y esta vez no va a haber segundas oportunidades. "No importa cuál de los dos elijas" me dice la vocecilla interior "cojas cual cojas, el otro llegará antes".
De los dos trenes uno parece más moderno y rápido, y el otro había venido con algo de retraso (sus 6 minutos de espera habían sido realmente 8). No hace falta que explique lo que sucedió a continuación. Me subo al tren, y veo que el otro parte feliz hacia la libertad, mientras el mío se toma su tiempo y se tira 2-3 minutos (de reloj) haciendo su jornada de puertas abiertas. A todo esto, ya eran como las 15:42, y en teoría de Atocha a Chamartín son 14 minutos. ¡Chanchanchan!
Propulsado por mis palabras malsonantes, el tren se pone en marcha, y con relajada parsimonia comienza a rodar lentamente hacia Chamartín, mientras yo hago surcos en el suelo de tanto andar en círculos, y casi hago saltar la alarma antiincendios con la nube de humo que me sale de la cabeza.
Para más añadidura, reviso compulsivamente el billete, para ver si una alteración en el contínuo espaciotemporal ha cambiado la hora de salida y mis ojos se fijan con horror en la frase "Cierre del acceso al tren 2 minutos antes de la salida" que adorna el billete. Una frase de normal inocua, pero que en ese momento suena tan terrible como "arriba las manos, esto es un atraco", "este jurado le declara culpable de asesinato" o "tenemos que hablar". ¡Ya no me valía con llegar a las 16:05, tenía que llegar a las 16:03! Y esto, a las 15:55, como que intimida.
Mientras yo me planteo si bajar del tren y empujar para que llegue antes, y me veo mentalmente en la estación de autobuses comprando un billete para Bilbao con cara de gilipollas, empiezo a ver la luz al final del túnel. No es ninguna metáfora, es que esa parte del trayecto va por fuera. Y a lo lejos veo Chamartín, los ratos que no miro mi reloj para ver el 15:58. ¡Agh!
El tren comienza a ir despacito-despacito, pero a velocidad "si me bajo y voy andando, llego antes". Yo ya mentalizado de la derrota, como cuando quedan menos de 30 segundos y mi equipo va perdiendo por 10 puntos. Pero hay que intentarlo, así que tan pronto como el tren se detiene, salgo a toda pastilla (creo que esperé a que se abrieran las puertas, pero esto último no lo puedo asegurar) y voy por las escaleras mecánicas subiendo los peldaños de 6 en 6. Vale. Eran las 16:00 y tenía 2 minutos para encontrar la vía con mi tren. Corro hacia un panel como alma que lleva el Diablo y veo la mía. Aún hay gente controlando el acceso estaba salvado. Paso el control, pongo mi mochila en el portaequipajes y antes de que me haya sentado, el tren ya está en marcha. En la bocina, pero había salvado los muebles.
Sin embargo, el karma es un prestamista rencoroso, y tras un viaje en el que vengo entretenido con el móvil, al llegar a Bilbao a las 21:16, decide plantarme el Cercanías que me traía a casa a las 21:18, y entre cambiar de andén y coger el billete, mi carrera no consigue evitar que la puerta se me cierre delante de las narices y tenga que coger el de las 21:33. Pero con la que casi lío en Madrid, como para ponernos exquisitos, oigan.
De los dos trenes uno parece más moderno y rápido, y el otro había venido con algo de retraso (sus 6 minutos de espera habían sido realmente 8). No hace falta que explique lo que sucedió a continuación. Me subo al tren, y veo que el otro parte feliz hacia la libertad, mientras el mío se toma su tiempo y se tira 2-3 minutos (de reloj) haciendo su jornada de puertas abiertas. A todo esto, ya eran como las 15:42, y en teoría de Atocha a Chamartín son 14 minutos. ¡Chanchanchan!
Propulsado por mis palabras malsonantes, el tren se pone en marcha, y con relajada parsimonia comienza a rodar lentamente hacia Chamartín, mientras yo hago surcos en el suelo de tanto andar en círculos, y casi hago saltar la alarma antiincendios con la nube de humo que me sale de la cabeza.
Para más añadidura, reviso compulsivamente el billete, para ver si una alteración en el contínuo espaciotemporal ha cambiado la hora de salida y mis ojos se fijan con horror en la frase "Cierre del acceso al tren 2 minutos antes de la salida" que adorna el billete. Una frase de normal inocua, pero que en ese momento suena tan terrible como "arriba las manos, esto es un atraco", "este jurado le declara culpable de asesinato" o "tenemos que hablar". ¡Ya no me valía con llegar a las 16:05, tenía que llegar a las 16:03! Y esto, a las 15:55, como que intimida.
Mientras yo me planteo si bajar del tren y empujar para que llegue antes, y me veo mentalmente en la estación de autobuses comprando un billete para Bilbao con cara de gilipollas, empiezo a ver la luz al final del túnel. No es ninguna metáfora, es que esa parte del trayecto va por fuera. Y a lo lejos veo Chamartín, los ratos que no miro mi reloj para ver el 15:58. ¡Agh!
El tren comienza a ir despacito-despacito, pero a velocidad "si me bajo y voy andando, llego antes". Yo ya mentalizado de la derrota, como cuando quedan menos de 30 segundos y mi equipo va perdiendo por 10 puntos. Pero hay que intentarlo, así que tan pronto como el tren se detiene, salgo a toda pastilla (creo que esperé a que se abrieran las puertas, pero esto último no lo puedo asegurar) y voy por las escaleras mecánicas subiendo los peldaños de 6 en 6. Vale. Eran las 16:00 y tenía 2 minutos para encontrar la vía con mi tren. Corro hacia un panel como alma que lleva el Diablo y veo la mía. Aún hay gente controlando el acceso estaba salvado. Paso el control, pongo mi mochila en el portaequipajes y antes de que me haya sentado, el tren ya está en marcha. En la bocina, pero había salvado los muebles.
Sin embargo, el karma es un prestamista rencoroso, y tras un viaje en el que vengo entretenido con el móvil, al llegar a Bilbao a las 21:16, decide plantarme el Cercanías que me traía a casa a las 21:18, y entre cambiar de andén y coger el billete, mi carrera no consigue evitar que la puerta se me cierre delante de las narices y tenga que coger el de las 21:33. Pero con la que casi lío en Madrid, como para ponernos exquisitos, oigan.
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