Buhavaria
Ya de vuelta en Bilbao, ahora lo que toca es terminar de reseñar el viaje por la capital bávara contando el último día.
La cosa buena es que el vuelo lo teníamos a las 15:30, de manera que no había que pegarse un madrugón especialmente horrible y nos daba tiempo para petardear un poco por ahí. Primero aprovechamos para dejar las maletas en las consignas de la estación (según entras por la principal de Bayernstrasse, al fondo del todo a la derecha; 6 euros la taquilla grande y 4 la pequeña, 24 horas) y andar un poco.
Nos fuimos a la Campa de los Ingleses, donde está la famosa ola, con sus surfistas. Algo muy curioso de ver, teniendo en cuenta que no había más de 10 grados.
Luego un poco de callejeo, reviendo las cosas típicas, aunque nos quedamos sin ver el mercado en funcionamiento (el 31 de octubre es festivo y cierran los puestos) y el mirador de la iglesia de San Pedro, que había una cola atroz.
Finalmente nos vamos al metro (para el aeropuerto valen las líneas S1 y S8, pero cuidado: si se coge la S1 hay que coger los vagones del final, que en un momento del trayecto se dividen) y llegamos bien de tiempo para pasar el arco de seguridad y comer.
Como curiosidad: al hacer el embarque solo nos pidieron la tarjeta del embarque, sin que en ningún momento del proceso nos pidieran DNI, pasaporte ni nada que nos identificar. Podríamos haber cogido el vuelo a nombre de Manolo el del Bombo, que habría colado.
Y tras dos horas de cómodo vuelo (Lufthansa rules!), ya estábamos en Bilbao. Por cierto, eso de que todos los alemanes hablan perfectamente inglés es mentira cochina, que nos encontramos con no pocos que no tenían ni papa, y otros tenían un inglés que más propio de "nivel medio" de currículum vitae que otra cosa. Menos mal que sabía decir cuatro cosas básicas en alemán...
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