Así empezaba una leyenda.
Ayer terminaba, y de manera apoteósica, la tercera temporada del Ministerio del Tiempo. No son pocas las veces que he hablado de esta serie, y es que todo halago que le pueda hacer es poco. Diversión en estado puro, ha demostrado ser una serie inteligente y muy distinta a otras cosas que se habían hecho, y ayer se despidió como mejor sabe hacerlo: con un capítulo repleto de humor, metarreferencias y unas críticas con las que repartía estopa a diestro y siniestro.
No sabemos si volverá, y si lo hace tiene poca pinta de que vaya a ser de la mano de TVE, que ha demostrado no tener ni idea de cómo manejar su producto estrella, pero la esperanza es lo último que se pierde. Y aunque no vuelva, realmente nunca se habrá ido, pues El Ministerio del Tiempo ya se ha ganado su puesto en la eternidad.
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