Los juegos del hambre 5.
Vale, la comparación, admito, es exagerada. Pero es inevitable acordarse de la saga de Panem, si tenemos en cuenta que comparte director y protagonista. Eso, y que en ambas podemos ver a Jennifer Lawrence recibiendo palos por todas partes.
Lo que tenemos, en su lugar, es un thriller de espías, en el que una bailarina del Bolshoi es obligada entrenarse para ser un gorrión, el estereotipo de espía-seductora (vamos, que la obligan a prostituirse) y que se va complicando hasta ser una trama de espionaje internacional, con tentáculos en las más altas esferas.
Llama la atención la crudeza de algunas escenas, en las que casi duele mirar a la pantalla, con golpes demasiado creíbles. A cambio, hay escenas que no terminan de sostenerse y en las que la suspensión de la incredulidad camina sobre un fino alambre y se requiere un cierto acto de fe. Pero básicamente, fiel a las convenciones del género. Algún giro que se hace bastante previsible, pero también es cierto que para el espectador despistado (o sea, yo), alguna cosa puede hacerse un poco compleja de seguir. Pero eso seguramente esté más relacionado con que mi capacidad de concentración sea la de un caniche amaestrado.
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