El atraco perfecto, siempre que los responsables de la seguridad del banco sean idiotas.
Hay películas de acción que tienen un mínimo de sentido, y hay otras que requieren dejar el cerebro a la entrada. Esta pertenece sin duda a la segunda categoría, pues llega un momento en el que el despropósito escala a tales niveles que la diversión termina por consistir en ver cuál es la siguiente barbaridad que nos regala el guión.
Nos cuenta el plan de una banda de atracadores de elite, planeando el robo al banco más seguro del mundo, un banco tan seguro en el que hay 800.000 millones de dólares en efectivo (lo que viene a tener cualquier sucursal mediana de la BBK en Bilbao) y cada billete está censado, de manera que si un solo billete sale de ahí de forma ilegal, y aparece en cualquier parte del mundo, tendrá a toda la policía detrás (el *blam* que se escuchó en la sala era mi cerebro, que se marchó del cine de un portazo y entre lágrimas). Por otra parte, está el sheriff del condado, un Gerard Butler, que bien podría haber sido bombero-torero, a juzgar por sus ideas, que resolver crímenes no, pero pegar palizas a sospechosos e insultar a agentes del FBI lo hace de cine.
Y así nos van contando la investigación, con un plan que solo se sostiene gracias a la severa discapacidad intelectual de la que debe de hacer gala el jefe de seguridad del banco, que viendo cómo funciona, uno podría plantearse que la mejor forma de robarlo es entrar por la puerta, coger el dinero y marcharse sin más. Eso facilita que los peores atracadores de la Historia, cuya labor es dejar pistas innecesarias, armar más ruido del que hace falta e inventar excusas absurdas que solo les ponen en apuros, consigan salirse muchas veces con la suya. Y es que la inoperancia del sheriff (estoy seguro de que el procedimiento estándar en todo operativo policial incluye disparar un arma, agotar su munición y dejarla tirada por cualquier rincón), así como la más que obvia huelga general del cuerpo de policía de Los Angeles ("tenemos un tiroteo en la autopista principal, con unos chalados abriendo fuego con armas automáticas, nada de lo que preocuparse"), dan una serie de facilidades que para mí las quisiera en mi trabajo. Eso sí, no se puede negar que, en su incompetencia, tanto polis como cacos tienen superpoderes. Uno el poder de la presciencia "van en ese coche... lo sé porque patatas" y la supervista "nos siguen en ese coche, mira 30 coches más atrás en este pedazo de atasco de cientos de vehículos".
Luego analizas la película y la idea general no era mala (el giro final, aunque se ve venir, es curioso, pero nuevamente, provocado por la incompetencia de algunos personajes), y tiene escenas que no están mal, aunque ganaría siendo un poco más corta. O con personajes que no fueran rematadamente idiotas.
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