martes, 9 de julio de 2019

Descocinando

Si algo me han enseñado todos estos años jugando a videojuegos es que ahí hay una habitación secreta o una trampa.

Aunque cuando compré la casa mi idea era que fuera casi plug&play, la realidad siempre nos acaba llevando por otros derroteros, y empecé cambiando cuatro chorradillas (quitas la moqueta, y ya que estás pones el suelo. Claro, ya que pones el suelo, aprovechas y cambias rodapiés y puertas, ¿no?) pero me fui viniendo arriba y ya metido en la vorágine fijé mis ojos destructores en la cocina, que estaba bastante asquerosilla, con grasa incrustada desde tiempos de las guerras carlistas y unos armarios muy viejos, que daba un poco de asquete tocar. 

Total, que hoy he estado tomando medidas para ponerlos nuevos, lo que implicaba quitar los viejos. Aquí parecida operación que con el armario del salón, pero sin llegar a destrozarlo del todo, valía con arrancar las puertas y luego desenganchar el armario de la pared. 

Peor ha sido desatornillar los enganches, que con una capa de grasa, roña y materiales viscosos para los que la biología aún no ha encontrado un nombre, costaba dios y ayuda sacar. Pero venga, con destornillador y paciencia han acabado saliendo.

Luego quedaba la parte ingrata pero imprescindible de limpiar, que no es plan de poner los muebles nuevos sobre una pared tan sucia, ¿verdad? A ver, que si quisiera tener la casa para almacenar cadáveres, pues aún, pero algún día me gustaría poder usar esa cocina (lo que viene siendo la estancia), que venía incluida con la casa.

Finalmente, retirado el mueble y limpiada la pared, quedaba la parte de deshacerme de las pruebas, para lo que he llamado al servicio de recogida de mobiliario del Ayuntamiento, y un problema menos.

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