Desde que en mayo volvimos a abrir la atención al público en Laguntza, se implantó un sistema de cita previa. Antes bastaba con apaecer por aquí en horario de oficina, hacer cola y ser atendido, pero para evitar aquellas aglomeraciones que se montaban, y que con una pandemia en juego es conveniente evitar, se puso el sistema actual.
Una cosa que tienen los sistemas de cita previa es que a veces pasa que alguien reserva y luego se olvida, se equivoca de día, no puede ir o sencillamente para cuando tiene que ir ya no le hace falta. Y es normal. Lo que es menos normal es lo que hemos descubierto hoy. Uno de los vigilantes de seguridad nos ha comentado que hay un nombre que le sonaba mucho, que todos los días pide una o dos citas y nunca viene.
La sospecha inicial, que ha resultado ser cierta, es que no era un particular, sino alguien de una asesoría, despacho profesional o similar, que lo que hace es reservarse todos los días "por si acaso", así si le hace falta ya tiene la cita pedida. Y si no, pues al resto del mundo que le jodan. Además, casualidades de la vida, tiene por costumbre "equivocarse" con los apellidos. Evidentemente no voy a usar los reales, pero a los efectos vamos a llamarlo Aitor Etxebarria Goicoechea. Pues a veces reserva como Aitor Echevarria Goicoechea, otras como Aitor Etxeberria Goikoetxea, y así con diveras permutaciones. Lo típico que vas a escribir tu apellido y lo pones mal... todas las veces.
Lo bueno es que le tenemos calado, que es un habitual de por aquí, y hemos dado parte a los jefes, por si se puede tomar alguna medida, ya que no es de recibo. No es de recibo por dos motivos: uno, porque el tiempo que estamos mirando la pared esperando a que venga es tiempo que podríamos estar atendiendo a alguien que sí lo necesita y dos, porque no es alguien que venga a hacer trámites necesarios para mí mismo, sino que además tendría la obligación de hacerlo por sede electrónia, que es un profesional en representación de sus clientes, no un particular.
Y, claro, puestos a pensar mal uno podría creer que prefiere hacerlo de forma presencial y no telemática porque así es más fácil facturar en negro, y no porque prefiera el calor humano a la comodidad de hacerlo por Internet. Pero eso sería pensar mal, y está feo ser un malpensado.
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