Mucho ruido y pocas nueces.
Esta película ha venido precedida de una enorme campaña de publicidad, lo que incluye unos datos de taquilla completamente inflados y una polémica absolutamente artificial, de la que no merece mucho la pena hablar aquí. Presume de ser la película que puede azotar los cimientos de Hollywood, y yo me temía que iba a ser algo mucho más panfletario, pero lo que me encontré fue una película simplona pero amena, al nivel de cualquier thriller que se pueda encontrar uno en el cine de sobremesa de Telecinco.
Es también una película muy tibia, que se queda en el terreno de ni la chicha ni la limoná, ya que no cuenta nada que no se sepa y no profundiza en nada, limitándose a glorificar la figura de su protagonista y convirtiendo lo que se supone que era cine denuncia en un inofensivo ejercicio de entretenimiento.
Nos cuenta la historia de unos niños secuestrados por una red de pedófilos, para ser obligados a prostituirse, y de Tim Ballard (persona que existe en la realidad), agente dedicado a la caza y captura de estos peligrosos individuos, y su búsqueda le lleva a irse implicando más y más, hasta hacer de esto algo personal, en lo que arriesga su vida y su carrera profesional, para sacar a los niños del infierno, y recordándonos cada cierto tiempo que es un problema que existe y hay que erradicar.
Sí, por supuesto que es un problema grave, que una víctima ya son demasiadas, y obvio que existen redes organizadas, dedicadas a la prostitución de menores de edad por todo el mundo, teniendo clientes ricos y poderosos. Pero el tono de la película se me hacía un tanto maniqueo y superficial, sin aportar nada realmente novedoso.
Lo dicho, no es un horror, y desde luego no es el speech propagandístico de ultraderecha que me esperaba, al menos no abiertamente, pero es una película que, de no ser por la exagerada campaña de publicidad que ha recibido, habría pasado totalmente desapercibida.
Nota de honor para la escena postcréditos, con su protagonista prácticamente suplicando que pidamos a la gente que vaya al cine a verla, con un tono en el que era difícil diferenciar lo real de lo paródico, y daba bastante vergüencita ajena.
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