Pos se han acabao.
Ya de vuelta en casa, reventado tras el viaje, pero feliz como una perdiz. No voy a detenerme a explicar lo mucho que significan las jornadas ROLEA para mí, pues poco puedo añadir que no haya dicho ya. Fiel a las tradiciones, hoy hablaré solo de la ida y la vuelta, dejando las crónica de las jornadas propiamente dicha para futuras entradas.
Esto empieza el miércoles cuando a las 6 de la mañana el cruel despertador me dice que tengo que estar a las 7:00 en Abando, para coger el tren. Así que me ducho, me visto y voy a la estación, con intención de coger un tren, aunque RENFE tiene una opinión distinta, ya que no hay ningún tren para Madrid y me comunican que por obras en el tramo hay que ir hasta Miranda en autobús. Y de ahí seguir el recorrido.
Un trayecto incómodo de narices, que por suerte solo dura una hora, me deja en un sitio rodeado de niebla, que debe de ser Miranda. No nos dan ninguna explicación y los pasajeros nos seguimos unos a otros, hasta llegar a la estación, donde el panel informativo dice una cosa y el tren otra. No se ponen de acuerdo con el andén, pero optamos por hacer caso al tren, que es más grande.
El Miranda-Madrid ni tan mal, salvo por la parte en que llega con quince minutos de retraso, algo que no sería tan grave de no ser porque de los 66 minutos que tenía para hacer el trasbordo, me quedaba ahora con 51. Porque claro, hay que ir de Chamartín a Atocha.
Llego a Cercanías para ver marcharse el tren que conecta ambas estaciones. Más tiempo que se consume. El siguiente llega tarde, la cuenta atrás se va agotando. Va tan lleno que tarda un par de minutos en arrancar. Conclusión: llego a Atocha a las 12:20 (mi tren salía a las 12:35). Pero llego a la estación de Cercanías, todavía tengo que llegar a lo que viene siendo la estación gorda, Puerta de Atocha.
Corro hasta que llego a los tornos. No puedo entrar porque no leen mi QR, y ningún ser humano a quien pueda pedir sopitas. Opto por colarme detrás de una persona que sí pasa y seguir corriendo, y haciendo gala de mi gran capacidad atlética, consigo llegar al control de equipajes... a las 12:30, y hay cola.
Una pareja en la misma situación que yo se une a mi festival de miradas asesinas cuando la empleada que controla nuestros billetes nos dice con retintín "hay que procurar venir con más antelación", y corremos como gacelas. Entro en el tren, a las 12:33, y este sale puntual a las 12:35. Matchball salvada.
Una vez en Antequera, comparto taxi con un amigo con el que coincido en el tren y antes de acreditarnos, comemos en el pueblo, no sea que nos cerraran la cocina. Así que comemos, vamos al CEULAJ, tomamos posesión de las habitaciones y...
Es domingo por la mañana. Me despierto razonablemente bien, y dentro de la hora del desayuno, así que aprovecho para coger energías, que espera un día duro.
Primero me acercan en coche a la estación de Antequera, donde llego con poco margen, pero el suficiente para no agobiarme, y voy hasta Madrid, en un vagón en el que unos niños tienen a bien pasarse el viaje pegando gritos, bajo la impertérrita mirada de sus responsables.
En el tren aprovecho también para llevar a cabo un cambio de planes, y es que la idea original era coger el autobús que salía de Madrid para Bilbao a las 15:00, y ya tenía el billete cogido, pero no quería repetir la jugada del miércoles, de modo que he mirado si había alguna alternativa en Blablacar y he visto uno que me cuadraba bien, y que salía a las 15:30, lo que me ha dado tiempo a ir sin tanta prisa e incluso comer algo. No estoy seguro de si habría podido llegar a coger el autobús de las 15:00, creo que sí, pero prefiero quedarme con la duda y ya de paso haberme gastado 45 euros menos.
El viaje en Blablacar cansado, que son algo más 4 horas, pero agradable. Y por fin, después de esta maravillosa epopeya, estoy de vuelta en casa.
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