La escena del hacha, y no doy más detalles, me pilló totalmente a contrapié.
No defrauda mis expectativas esta película de terror argentina, ganadora en Sitges y que coge un tema tan manido como el de las posesiones infernales pero le da un giro al trasladarlo en la Argentina rural, y nos lo ofrece con una crudeza visual que consigue ser impactante.
Tiene además su mérito que me haya gustado, ya que dentro del cine de terror, el subgénero "poseídos" (o, como los llaman en la película "embichados") me suele dar bastante pereza. Sin embargo aquí, consiguió captar mi atención desde el principio, y disfruté como un enano de su truculencia. Porque si una cosa la caracteriza es que no se priva de mostrarnos el horror en todo su ser, y tampoco tiene miedo de saltarse algunas convenciones del cine, con lo que consigue ser bastante imprevisible en algunos momentos.
Sí se le puede echar en cara que el argumento es a veces un tanto confuso y hay escenas que, si bien son visualmente muy poderosas, se quedan demasiado en el aire (la de las cabras, sin ir más lejos), pero la orgía visual que supone en sus puntos más álgidos lo compensa. Puede penalizarle también el desigual nivel de las actuaciones, con algunas brillantes (¡joder con los niños del colegio!) y otras que resultaban tal vez mejorables. Pero el conjunto consigue sobresalir, haciendo que esta maldad que acecha nos ofrezca un producto bastante más que digno.
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