Ya el viernes fue un día bastante relacionado con la comida. Primero porque a la oficina llevé algunas de las galletas, para compartir con los compañeros (fue gracioso asustar a uno diciéndole que se tenía que "comer un marrón", cosa que técnicamente era cierta), y luego porque era la comida de jubilación de una compañera de Laguntza, con la que he coincidido casi 5 años. Fue poteo, reencuentro con los antiguos compañeros y copiosa comida en el Balicana. Después el plan incluía ir de copas y bailoteo, pero aguanté poco rato, que además había quedado con cierta persona, para conmemorar algo ocurrido 12 años antes.
El sábado por la mañana fui a la lonja, donde además de reorganizar un poco armarios y taquillas, jugamos unas partidas a The Game, antes de ir a dar buena cuenta de unas pizzas argentinas. Y por la tarde, por fin se juntan los astros y podemos jugar, 14 meses después, una sesión de Seafall. Por la noche juego una de Wingspan y ya me retiro a descansar.
El domingo tocaba moverse un poco. Concretamente hasta el sitio de alquiler de coches, para coger uno (un Renault Clio, creo) e ir a Bergara, donde teníamos comida familiar. La comida bien, la conducción bien, mi incapacidad para aparcar... ¿En serio, cómo se me puede dar tan rematadamente mal aparcar?
Una vez regresados a Bilbao, devolvemos coche, paseo bajo la lluvia y a casa, que mañana toca madrugar y ser yo el que entrega los coches en vez de ser, como hoy, el que se los lleva.
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