La turismofobia en su máximo esplendor.
No es la primera vez que me pasa que voy a ver una película de terror sin saber que pertenece a una saga que ni me sonaba. Pero en este caso, que se supone que es una precuela, eso no era ningún problema, ya que es todo bastante contenido y con un planteamiento muy típico, bastante simple.
Con una premisa vista una y mil veces, una joven pareja de idílico viaje por la América profunda tiene que parar en el pueblo chungo de turno cuando se les jode el coche. No tienen más remedio que dejarlo con el mecánico siniestro y hacer noche en la casita semiabandonada que les prestan, en mitad de la nada.
Y pasan cosas, con gente enmascarada, cuchillos y hachas. No hay que ser un lince para intuir qué es lo que va a pasar ahí, y la película resulta completamente plana, aunque justo es decir que en su elaboración es correcta y gestiona bien los tiempos y los sustos. Así, aunque estemos viendo algo completamente recauchutado, no funciona mal del todo.
Eso sí, poderosos cojones los de la productora que con toda la jeta del mundo parte la película en 2 cachos, durando este primero apenas 85 minutos. Pero claro, ¿por qué van a cobrar una entrada por una película de dos horas y media cuando pueden cobrar el doble, verdad?
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