Seguramente, la última foto del año.
Otra nochevieja más, festividad de la que no soy nada fan pero de la que es casi obligatorio participar. Especialmente cuando se vive en el centro y el ruido atronador imposibilita la idea de quedarse en casa, pues los petardos se encargan de eso.
Precisamente esa frase define el cambio más gordo que he experimentado este año: un cambio de casa, que supone el inicio de un cambio más gordo (a mejor), sobre el cual tampoco me quiero extender demasiado. Hay cosas que por importantes que sean no tienen cabida en el blog.
De otras cosas importantes de este 2014 que se termina está el susto del Bilbao Basket en verano, precedido por aquella desagradable agonía y con una segunda mitad de año muy agradable, aunque ojo, parece que la historia podría volver a repetirse, y nada garantiza que terminando igual de bien.
De trabajo poco reseñable, muchos y constantes cambios pero sobre todo de tipo operativo, lejos del cambio gordo del año pasado. De familia, pues sigue creciendo el número de sobrinos (hijos de primos, que tanto mi señora como yo somos hijos únicos y carecemos de hermanos que nos hagan tíos directos) y poco más que reseñar.
En cuanto al ocio, sigo con el tema del teatro, habiendo actuado este año tres veces (y un cameo en una webserie). Sigo jugando algo a rol (aquí debo destacar la aparición del "Cultos Innombrables", claro) y sigo yendo bastante al cine. Este año he pulverizado todos mis records, viendo nada menos que 63 películas en el cine (una media de más de una a la semana), así que puedo decir que, en efecto, es una de mis aficiones. De viajes, me quité las espinas de volver a Londres y Roma, así como a Andorra y visitar Segovia. Y en muy buena compañía.
Supongo que me dejo muchas cosas que contar, que como siempre ha ido entrando y saliendo gente en mi vida (y algunos de los que han salido están mejor fuera que dentro, la verdad), ha habido momentos buenos y malos, pero lo que suelo decir: si es de contar aquí, ya lo he contado. Y si no, no lo voy a hacer ahora.