El John Wick de Mercadona.
Versión corta y sin spoilers
Un thriller sin pies ni cabeza, un despropósito.
Versión larga y con todo lujo de spoilers
Mario es el encargado de la oficina de objetos perdidos, y es muy profesional. Tanto que duerme en la oficina y va de casa en casa entregando las cosas, aunque s muy estricto y no deja que nadie se lleve nada que no sea suyo. Tiene también una relación de folamistad con Helena, una policía nacional, a la que conoció cuando ella se lo llevó detenido por homicidio (una forma como cualquier otra de conocer a tu pareja).
Todo va más o menos bien en la vida de Mario, hasta que dragando la ría aparece una maleta, que contiene nada menos que el esqueleto de un bebé recién nacido, al que la policía da poca importancia (la gente, ya se sabe, tira de todo), pero Mario no, así que se pone a investigar, y además del informe del forense que dice que a ojo ese bebé debió de morir hace dos años, una bufandita en la que pone Eva y un amasijo de papeles en los que, con mucha imaginación, se pueden intuir un nombre (no lo recuerdo, pongamos Fulanita Pérez) y una dirección, hace lo que todos haríamos en esa situación, que es plantarnos en esa dirección a hacer preguntas.
Fulanita niega todo conocimiento sobre dicha maleta, y cuando Mario le pregunta si es de su marido, dice que murió hace dos años. Más que suficiente para que, antes de marcharse, Mario haga algo muy típico de cuando visitas a desconocidos, que es robar el teléfono inalámbrico y metérselo en el bolsillo. Como quien se lleva caramelos de la sucursal bancaria, vaya.
Y lo que en principio parece ser una idea estúpida, resulta no serlo tanto cuando en el rellano Mario consigue, mediante el teléfono sustraído, escuchar la conversación telefónica, pero solo se queda con una voz de hombre diciendo "no se lo digas a la policía", o algo así. Da rellamada y le responden de un hotel, uno de lujo muy conocido, lo que no impide que tenga que preguntar la dirección. Tachamos "callejeo" de su lista de habilidades.
Mario se planta en el hotel con un pasaporte falso, y algo llama poderosamente su atención: unas mujeres, con aspecto de prostitutas, fumando junto a la salida trasera del hotel, de modo que se va al bar del hotel y pregunta dónde se puede encontrar ese tipo de... compañía.
¿Prostitución en un hotel de lujo? ¡Qué escándalo!
Le dan una llave, que lleva a una sección apartada del hotel, y allí la madamme le ofrece el catálogo con la mercancía (¿eh, lo pilláis?, "objetos" hace alusión a los objetos perdidos del trabajo de Mario y la gente que es tratada como objetos, esto es el culmen de los dobles sentidos), y de todas las que hay elige una de las que estaba fumando fuera, basándose en el principio de la pistola de Chejov: si ha salido en pantalla es porque es importante.
Saltándose los preliminares, cuando está con la prostituta (llamémosla Rubia Nº 1), le pregunta directamente si conoce a alguna chica que trabaje en este hotel que tuviera una hija hace dos años llamada Eva, como podía haberle preguntado si tiene un primo llamado Sven o un barbero llamado Dominique, y aunque Rubia Nº 1 se asusta ante la pregunta, pues resulta que sí, que por azares del destino hay una chica en ese burdel que encaja con la descripción, y que va a intentar hablar con ella.
Mario se va todo contento a casa, y al día siguiente recibe la visita de una chica, que dice llamarse Sara, y que es la madre de Eva (¡Hostia, es verdad, que yo tenía una hija!). Pero no sabe que Eva murió, pues pensaba que simplemente la habían entregado en adopción.
Sara se vuelve cabizbaja al burdel, y como llega tarde, la castigan literalmente sin salir.
Mario se obsesiona un poco con Sara, y vuelve al burdel a por ella, pero resulta que está fuera de catálogo, ya que es para clientes VIP, o algo así, de modo que vuelve a donde Rubia Nº 1, quien tras un poco de insistencia le indica la ruta donde la puede encontrar, así que Mario va hacia las cocinas y ahí están Sara y otro personaje importante de la película, Tom, que parece ser su chulo. Hay un poco de rifirrafe, cristales rotos, un taser en la nuca de Tom y una cicatriz de varios centímetros de largo y un par de dedos de ancho en la cara de Tom, mientras Mario y Sara se escapan en el coche.
Tom avisa a Ochoa, su jefazo, un mafioso de algún sitio indeterminado de Sudamérica (diría que Perú, pero no lo terminan de aclarar), para que venga a España, pues resulta que Sara es su favorita, y piensa que se la han robado. No me dedico a eso, pero se me hace un poco raro que siendo su favorita la tenga a miles de kilómetros. En fin, qué sabré yo de trata de blancas y crimen organizado.
Para escapar de los malos, Mario se va con Sara a una casa que debe de estar a las afueras de Montepinar. Pese a que, como luego nos contarán, esa casa es de Mario (se la compró en su día para vivir con la que era su pareja, pero ella se echó novio, él lo mató... en fin, cosas que pasan), y se quedó la casa un poco a medio decorar. Y, pese a que Mario literalmente secuestra a Sara, ella se da cuenta de que es el protagonista y se enamora de él unos cinco minutos después de estarle gritando que la deje marchar, se enamora de él y se lo acaban montando. Pero no solo eso, sino que se dedican a vivir la vida y el amor en perfecta armonía, alimentándose de perdices y ganchitos rancios del Lidl.
Ahora soy el Christian Grey del Mercadona.
La película podría haberse terminado ahí, lo que no la habría hecho mejor aunque sí más corta. Pero siempre tiene que haber algo que trunque la felicidad, y entonces el vil Ochoa viene a España y se planta en el trabajo de Mario, preguntando si sabe dónde está "algo" que él ha perdido, y tras un diálogo que podrían haber escrito chimpancés, se va, dejando a Mario sobre aviso. Esta parte no la recuerdo muy bien, pero en uno de esos días tan felices, Mario llega a su casa y se encuentra con que hay gente en su casa. Afortunadamente para él no son okupas, sino Ochoa, Tom y otros dos sicarios, que capturan a Sara (dando un poco a entender que les ha avisado ella), le pegan una paliza a Mario, y cuando Tom está a punto de matarlo, aparece Helena (¿os acordáis de la follamiga policía de Mario?) y Tom, que no ha visto los anuncios de Securitas, se va corriendo en cuanto escucha las sirenas.
Mario se queda compuesto y sin novia, pero su especialidad es encontrar cosas perdidas, así que se va nuevamente a hablar con Fulanita Pérez (ya sabéis, la señora pija a la que le robó el teléfono cuando fue a verla a casa), ya que llega a la conclusión de que es quien compró a Eva, el bebé de Sara.
Va a hablar con ella y le confirma que, efectivamente, como su marido estaba por morirse, antes de que falleciera, compraron un bebé, pero como esto no es Amazon (Ochoa no es TAN malvado), tenía que irse a Sudamérica a buscar al bebé, con tan mala suerte de que se le murió durante el viaje. Y como era un poco ilegal, tiró el cadáver al río. Esto resuelve el misterio de la maleta, pero no el de Sara, así que con la poca información que tiene, Mario se planta en Perú, con su nuevo corte de pelo, para que no lo reconozcan.
Allí hace sus indagaciones y, cómo no, acaba encontrando la base de Ochoa, que como buen villano Bond la tiene repleta de sicarios, entre los que está su fiel Tom (¿entonces, quién gestiona el burdel de Madrid?), y allí tienen a las chicas embarazadas, a lo cadena de montaje, para robarles los bebés en cuanto nacen y ponerlos en el mercado (menos mal que esto de comprar y vender bebés no pasa en el mundo real, sería horrible), y entre ellas está, sí, Sara. Con un bombó de 8 meses, y es que olvidé comentar que cuando Helena, la amiga poli de Mario registró la casa después del asalto y agresión, halló un test de embarazo.
Mario, por no perder las costumbres, vuelve a secuestrar a Sara (esto ya es vicio) y se van con el coche, pero con tan mala suerte que Tom se da cuenta, y les dan alcance, con lo que hay una tensa escena entre Tom y Ochoa (un ejército de sicarios a su disposición y manda siempre al mismo), armados con pistolas y Mario armado con una navaja. Spoiler, gana Mario, pero termina con una bala en el estómago, y gana gracias a que Sara, embarazada de 8 meses, ojo al dato, consigue en cuestión de segundos pasarse del asiento del copiloto al del conductor, arrancar el coche y atropellar a Ochoa antes de que dispare.
Solo es una herida superficial.
Analicemos la situación: van dos por el desierto, uno con una herida de bala en el estómago y la otra que acaba de romper aguas. Pues no pasa nada, son las típicas cosillas que incordian pero no incapacitan, así que llegan sin ninguna complicación al aeropuerto. Se van del país, se montan una nueva vida en una cabaña canadiense, tienen más hijos, son eternamente jóvenes y guapos... ah, que no. Que la parte de llegar al aeropuerto, hacer el checkin y subir al avión guay, pero que lo de la casita en Canadá era un sueño de Mario, que igual un poco malito por lo de la bala sí que estaba, así que se muere en el avión (al menos tiene la decencia de no dejarlo todo perdido de sangre).
Y Sara, bueno, seguro que alguna vez os ha pasado que os habéis dejado algo en el transporte público; un paraguas, una bolsa, un libro... pues Sara se deja el cadáver de Mario (el típico despiste que puede tener cualquiera, que te dejas a tu pareja muerta en el avión), lo que bien pensado es bastante poético, pues Mario se termina convirtiendo literalmente en uno de esos objetos perdidos a los que dedicó su carrera profesional. Y Sara, consigue entrar en Canadá, donde vivirá nuevas y desternillantes aventuras con su nuevo hijo.
Fin.