Antes del desastre.
Ya de vuelta en casa, toca contar esta escapada de entre semana que me ha llevado a tierras borgoñesas para ver a mi equipo de baloncesto y con la excusa hacer un poco de turismo.
El miércoles no me tuve que levantar muy pronto, ya que el avión salía a las 12. Me junto con mis compañeros de viaje en Moyúa (no nos conocíamos aún en persona), vamos al aeropuerto y el vuelo sin problemas. De hecho llegamos algo antes de lo previsto a París.
Toca coger el coche de alquiler, sin sorpresas ni problemas, pero la primera en la frente: no somos capaces de abrir el maletero. Tras un rato cacharreando lo conseguimos y nos enfrentamos a la primera barrera del viaje, una literal: la del parking, que no somos capaces de abrirla. Tras un rato de aporrear botones y pasear infructuosamente el vale del alquiler ante el sensor llegamos a la conclusión de que no nos han dado el ticket para salir, así que paseo hasta la oficina y vuelta a la barrera. Por fin conseguimos salir del parking, pero tocaba salir del aeropuerto y de París.
Tarea complicada, pero un rato más tarde ya estábamos en Dijon. Hacemos la compra y nos vamos directamente al pabellón. Allí, cortesía del club, entramos con entradas VIP y por la puerta VIP, para disgusto del encargado de accesos, que nos quería mandar a la otra punta del pabellón.
Del partido en sí no voy a hablar, que fue un desastre, pero sí de que al terminar el partido nos dejaron bajar al parquet a hacer un poco el tonto con el balón y yo pude dar muestras de mi calidad con un 100% en tiros libres (vamos, que tiré uno y lo metí).
Cuando por fin nos vamos, nos instakamos en el apartamento donde nos alojábamos (muy céntrico y barato, sí, pero diminuto y donde 4 personas cabíamos a duras penas, pese a que se supone que era para seis), y como soy el único sobrio me toca conducir a mí. Luego nos damos un paseo por el Dijon buscando dónde tomar algo y acabamos en un pub al lado del apartamento, antes ya de retirarnos del todo.
En la ciudad de los búhos.
Ya estamos a jueves, hemos podido digerir la derrota y aprovechamos para visitar el casco viejo de Dijon. Una ciudad preciosa, repleta de rincones bucólicos y casitas que parecen de cuento. Además un buen tiempo que acompaña y alegra el día.
Comemos y se nos ocurre que ya que tenemos coche podemos aprovechar para ver algo que esté a medio camino entre Dijon y Paris, que es donde hacíamos noche. Nos decantamos por Auxerre, que también resulta ser una ciudad bastante agradable, y allí hacemos la del paseito y terraceo, antes de cenar y coger el coche hacia París.
La idea era "como el avión sale a las 8:50 de Orly, hacemos noche en París y cogemos el hotel cerca de Orly. Así el sábado por la mañana nos levantamos pronto, cogemos un taxi y vamos al aeroperto. Dos queríamos hacer eso, los otros dos preferían hacer noche en el aeropuerto y ahorrarse el hotel. Perfecto para todas las partes, porque así se encargaban ellos de devolver el coche.
Problema: el hotel no era tal hotel. Era más bien un AirBnB en el que no había nada parecido a una recepción, solo una clave que me mandaron por Whatsapp para abrir el candado y unos vecinos borrachos, y además en mitad de la nada más absoluta y con la carretera cortada por obras, que nos obligó a hacer los últimos diez minutos andando.
Ante la perspectiva de no conseguir un taxi decidimos que mejor perder el dinero del hotel que perder un avión y hacer noche en el aeropuerto. Llamamos a los del coche para que vengan a buscarnos y enconces sale la idea: "como no hay recepción, nadie se va a dar cuenta si dormimos 4 en una habitación de 2", así que eso hacemos. Malamente, pero dormimos hasta las 5 y ya nos vamos al aeropuerto, donde devolvemos el coche, hacemos el checkin, esperamos hasta la hora del embarque (duermo un rato por agotamiento) y subo al avión, haciendo el viaje casi dormido, sin que eso sea impedimento para aterrizar en Bilbao, coger el autobús e ir a la oficina, para no tener que gastar el día de vacaciones entero.
Ya caerá luego buena siesta.