Emma Stone, soberbia.
Imaginen que Jean Pierre Jeunet, Tim Burton y Terry Gilliam (entre otros) se juntan para hacer un cocktail que mezcle (entre otras) Frankenstein y Barbie. Imaginen que en su reparto cuenta con estrellas tan potentes como Emma Stone, Mark Ruffalo o Willem Dafoe. Pues dejen de imaginar, que esa película existe, la dirige Giorgos Lanthimos y se llama Pobres Criaturas. Y es una maravilla.
En el Londres victoriano, un científico loco lleva a cabo su siniestro experimento, dando vida a Bella, la criatura, una hermosa joven, pero cuyo cerebro es una tábula rasa y tiene que aprender literalmente todo desde cero.
Como parte de su aprendizaje y su autodescubrimiento, se va de viaje con su amante a Lisboa (si analizamos la situación y las condiciones, algo muy turbio), y vive una serie de aventuras y momentos, algunos cómicos, donde tiene que aprender cómo funciona el mundo y los rígidos esquemas por los que se rigen muchas personas, pero sin ser ella una persona cortada por esos prejuicios y tabúes, por lo que actúa en consecuencia y se lo cuestiona todo.
Y sí, esto también afecta a lo que el espectador está pensando, y es que entre las cosas que descubre Bella también está su propia sexualidad, y esto es algo que la película muestra abiertamente, sin mojigatería pero sin recrearse más de lo necesario. Sencillamente lo muestra con naturalidad. De hecho, la liberación sexual es uno de los temas centrales de la historia.
Mide también muy bien el uso del humor, siendo una película con momentos francamente divertidos, hilarantes incluso, pero sin perder la seriedad, y aplicando las dosis necesarias para que en ningún momento deje de ser divertida (pese a durar más de dos horas y media, en ningún momento se hace larga).
A una historia interesante y unas buenas interpretaciones (a destacar Stone, que se come absolutamente la cámara) hay que añadir una fotografía mágica, con un colorido muy evocador, que nos transporta a lugares de ensueño o de pesadilla, según lo requiera la situación. Tal vez se le puede echar en cara el exceso de algún efecto muy Lanthimos, como el del ojo de buey, pero sin llegar nunca a devaluar el producto final de lo que, sin lugar a dudas, será una de las películas del año.
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