Zendaya se fue de fiesta a Pinpilinpauxa.
Movido por las excelentes críticas, algunas de las cuales la catalogaban como serie del año, me animé a dar una oportunidad a esta serie que, pese a sus indiscutibles virtudes, me ha dejado un poco frío, especialmente su final.
Me recuerda un poco (un poco bastante) a una mezcla entre 13 reasons why mezclado con Sex education, toques de Skins y muchas luces de neón. En ella se tratan, creo que con bastante acierto, temas como la salud mental, la diversidad sexual (diversidad y cantidad, que esta vez la HBO se ha quedado a gusto), las relaciones de pareja abusivas, las drogas o la transexualidad, mostrándonos desde dentro cómo se ve, y creando personajes bastante creíbles, o cuando menos humanos y en absoluto planos.
Lo que sí me pasa, cada vez que veo una de estas series de instituto, es que me pregunto qué narices hice yo con mi adolescencia, porque ni drogas a cascoporro, ni orgías, ni fiestas con piscina. Asumiremos que esa parte es ficción.
No diré que no sea una buena serie (sí que me parecen exageradas las críticas ensalzándola) pero no me ha terminado de entusiasmar, si bien le reconozco que terminaba un capítulo y no me daba pereza ver otro (8 capítulos en 5 días), pese a que no siempre conseguía captar toda mi atención.
Donde sí estoy de acuerdo con las críticas en ensalzar el fabuloso trabajo de Zendaya, que se marca aquí un papelón digno de mención y merecedor de todo halago que se le haga, llenando la pantalla cada vez que sale.
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