Edward Kenway toma el testigo.
Casi diez años después de jugar el Assassin´s Creed III decidí reengancharme a la saga, dando por fin una oportunidad a esta entrega, la cual me echó muchísimo para atrás cuando salió, ya que odié las batallas navales del III, y siendo sobre piratas era de esperar que aquí hubiera muchas.
Y madre mía, qué error cometí. No al darle la oportunidad (¡al contrario!), sino por haber tardado tanto en hacerlo, porque este AC IV ha resultado ser, hasta donde he jugado, uno de los mejores juegos de la saga, con un personaje carismático, un manejo cómodo, una ambientación maravillosa, una música muy adecuada y una ristra de mierdas coleccionables que hacen que quieras sacarlas todas, y las temidas batallas navales mejoran de una manera brutal con respecto al anterior juego, con un salto que me parece comparable al que hubo del Assassin´s Creed original al Assassin´s Creed II. Aquí incluso era divertido ir activamente a buscar barcos a los que atacar y abordar.
Esta vez la acción se traslada al Caribe de principios del S. XVIII, la era de oro de la piratería, y nos ofrecen una historia que mezcla a Barbanegra, Rackham y esta gente, con la inefable trama de asesinos y templarios haciéndose perrerías, matando a manos llenas y haciendo piruetas imposibles marca de la casa. Por el camino iremos desbloqueando armas, mejoras para el barco, atalayas... (lo que viene siendo el estándar de Ubisoft, vaya) y tendremos todo un mar para explorar, descubriendo un montón de islas y sus tesoros ocultos.
Muy contento con él, y con ganas de meterme ahora con el siguiente de la saga, que es el Rogue.
Guerra de los siete años, allá voy.
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