Pasé mi infancia viviendo en Txurdinaga, un barrio periférico de Bilbao, que por aquel entonces estaba poco urbanizado y aparte de la urbanización en la que vivía yo, el parque y el colegio, no había nada más aparte de campas, muchas campas.
Así pues, por las tardes, cuando salíamos de clase y de ver el preceptivo capítulo de Barrio Sésamo de cada día, nos lanzábamos a jugar a la campa, donde sólo había hierba y bichos, donde corríamos, saltábamos y nos hacíamos heridas sin preocuparnos por las consecuencias (pues por todos es sabido que en los años 80 los niños eran indestructibles)
Y ayer no pude evitar recordar con añoranza aquellos días cuando fui con mi padre y mis tíos al caserío que mi tío tiene en Zaratamo y a mi tía le dio el punto de ir a buscar acacias, así que dimos un agradable paseo por el monte, donde ver tanto hierbajo junto me trajo un aire de nostalgia, con todas esas hierbas, ortigas y dientes de león.
Así pues, por las tardes, cuando salíamos de clase y de ver el preceptivo capítulo de Barrio Sésamo de cada día, nos lanzábamos a jugar a la campa, donde sólo había hierba y bichos, donde corríamos, saltábamos y nos hacíamos heridas sin preocuparnos por las consecuencias (pues por todos es sabido que en los años 80 los niños eran indestructibles)
Y ayer no pude evitar recordar con añoranza aquellos días cuando fui con mi padre y mis tíos al caserío que mi tío tiene en Zaratamo y a mi tía le dio el punto de ir a buscar acacias, así que dimos un agradable paseo por el monte, donde ver tanto hierbajo junto me trajo un aire de nostalgia, con todas esas hierbas, ortigas y dientes de león.
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