¡Pibe, que bueno que reviniste!
Este año estoy hablando poco de baloncesto (y si las cosas se ponen todo lo feas que se pueden poner, menos hablaré el año que viene), pero después del partido de ayer, apetece.
Un miércoles lluvioso, una situación deportiva desastrosa para un equipo roto y un rival, el Gran Canaria, siempre incómodo. Todos los elementos para acudir a Miribilla cabizbajo y desganado. Pero los partidos hay que jugarlos, y había algo de esperanza.
Empezó muy bien la cosa, con un Bilbao Basket arrollador, que recordaba al de sus años felices. 15-2 en el marcador, ¿me había equivocado de pabellón?
El segundo cuarto, llega la debacle: un parcial de 0-16 y se llega al descanso 9 puntos abajo, mucho más feo que el +13 que habíamos tenido. Pero había algo que me hacía ver que la victoria era posible. Incluso cuando se llegaron a poner 14 arriba. Bilbao Basket estaba jugando bien, desquiciando al rival, y un partido muy loco, con el arbitraje que, hoy no sería justo negarlo, nos vino algo mejor que a los rivales.
Así, poco a poco, se fue consumiendo la renta hasta llegar al último cuarto con 62-63. Las espadas en todo lo alto, y empezaba un partido nuevo de 10 minutos, ante un rival consumido por la acumulación de faltas personales. Y ya el último cuarto fue la fiesta definitiva, con un rival desesperado, que se borró del partido antes de tiempo y terminó todo entre el júbilo y la alegría, con una ventaja de 14 puntos, que invita a pensar que la permanencia es posible. El paciente sigue grave, pero al menos respira.
Y aunque hubo varios jugadores que aportaron a la victoria (¡cómo me gustó ayer Pere Tomás!), sería ilógico no individualizar en Lucio Redivo, que ayer dio todo un recital, en su mejor partido de la temporada y marcó nada menos que 31 puntos, imprescindibles para la victoria.
A veces sale el día, y ayer fue uno de esos.
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