lunes, 23 de junio de 2025

28 años después

28 truños después.

Danny Boyle, que en 1996 había fabricado esa obra de culto que es Trainspotting, revolucionaba el género zombi en 2002 con 28 días después y el ritmo frenético de sus infectados. No era la primera película de zombis que corren, pero sí la que sin duda popularizó el subgénero. Cinco años después, en 2007 lanzaba la secuela 28 semanas después, que no era gran cosa pero nos ofrecía con su prólogo una de las mejores escenas del cine de terror de todos los tiempos.

Ahora, homenajeando a los protagonistas de la primera película que he mencionado, se pone hasta arriba de droga con su colega Alex Garland para perpetrar el guión de esta 28 años después, pues la única explicación a semejante despropósito es que no la haya hecho sobrio.

Mi problema con esta película no es que sea terriblemente incómoda de ver (que lo es), pues esa constante saturación visual y sonora es marca de la casa, y no es una consecuencia indeseada de la impericia sino un efecto buscado deliberadamente. Mi problema con ella es fundamentalmente que Boyle no sabe a qué coño está jugando. Empieza con una historia de supervivencia, a lo The last of us o The road, que si bien no tiene especial sentido y chirría absolutamente con las bases asentadas de la saga, entretiene. Luego tiene un segundo acto en el que le da por filosofar sobre el sentido de la vida, y tras intercalar con algunas escenas que son pura comedia se convierte en una especie de remake de Un monstruo viene a verme, mezclado con Apocalypsis now, con Ralph Fiennes interpretando a un personaje que no hay por dónde cogerlo, aunque es verdad que para entonces la película ya hacía rato que me había perdido. Y por si no hubiera quedado claro que Boyle y Garland han venido a reirse de los espectadores, la película termina con una escena en la que nada habría desentonado la musiquilla de Monthy Python.

Honestamente, si lo que querían era parodiar la saga no me parece mal, pero habría preferido ir sobre aviso.

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