Capítulo IV: Don Giuseppe
Estaba ya en el segundo curso del master, había acabado las prácticas en el Ayuntamiento de Gernika, y me ofrecieron la posibilidad de hacer prácticas en 2º curso en un despacho de abogados de Bilbao, en el que llevaban temas sobre todo de Derecho Civil, bajo la dirección de un abogado al que llamaré cariñosamente Don Giuseppe, a raíz de una broma privada que teníamos mi amiga Ianhire y yo.
Mi primer día en el despacho fue fulgurante, ya que entendí mal las instrucciones dadas por mi nuevo patrón y me pasé toda la mañana haciendo agujeritos a un expediente bastante grueso, el cual teníamos que devolver íntegro al Juzgado, y la cara de Don Giuseppe era todo un poema al ver lo que yo había perpetrado (y supongo que mi cara, roja cual eritrocito no sería menos lírica)
Afortunadamente, aquel percance fue una cosa aislada, y pronto aprendí a desenvolverme bien con las tareas de pasante, que afortunadamente no consistían en poner cafés y sacar fotocopias sino que tenía que hacer verdadero trabajo jurídico, como redactar escritos, demandas, recursos, buscar jurisprudencia, etc... y también acompañarle a los juicios, donde pude ver que el amigo Don Giuseppe era un auténtico crack. En serio, daba gusto oírle hablar, con unas argumentaciones perfectamente hilvanadas, y una labia y una oratoria fuera de lo común, un fiera como abogado y una grandísima persona, ya que siempre estuvo dispuesto a enseñar lo que sabía, y nunca me puso ninguna pega las veces que por una u otra razón necesitaba faltar al trabajo. Lo mismo puedo decir del resto de los miembros del despacho, donde los 14 meses que pasé estuve muy a gusto, y donde se fraguó mi gusanillo por el ejercicio de la abogacía.
Allí trabajábamos fundamentalmente asuntos de Derecho Civil, especialmente de temas de responsabilidad constructiva (lo de comprarte una casa y te salga defectuosa) y aprendí todo el Derecho que no sabía, ya que trataba directamente con los asuntos, e incluso a medida que avanzaba mi periodo de aprendizaje iba dedicándome a tareas de mayor responsabilidad, como redactar enteros los recursos y alguna demanda de varios folios de extensión.
Una experiencia, en definitiva, muy positiva, que se prolongó durante más de un año (con el paréntesis de la campaña de la Renta, que se merece entrada propia) y en la que aprendí una barbaridad, y vi cosas que me gustaron mucho de la profesión, hasta el punto de lanzarme al ejercicio por mi cuenta, aunque eso eran sueños que otro día explicaré cómo se rompieron.
Afortunadamente, aquel percance fue una cosa aislada, y pronto aprendí a desenvolverme bien con las tareas de pasante, que afortunadamente no consistían en poner cafés y sacar fotocopias sino que tenía que hacer verdadero trabajo jurídico, como redactar escritos, demandas, recursos, buscar jurisprudencia, etc... y también acompañarle a los juicios, donde pude ver que el amigo Don Giuseppe era un auténtico crack. En serio, daba gusto oírle hablar, con unas argumentaciones perfectamente hilvanadas, y una labia y una oratoria fuera de lo común, un fiera como abogado y una grandísima persona, ya que siempre estuvo dispuesto a enseñar lo que sabía, y nunca me puso ninguna pega las veces que por una u otra razón necesitaba faltar al trabajo. Lo mismo puedo decir del resto de los miembros del despacho, donde los 14 meses que pasé estuve muy a gusto, y donde se fraguó mi gusanillo por el ejercicio de la abogacía.
Allí trabajábamos fundamentalmente asuntos de Derecho Civil, especialmente de temas de responsabilidad constructiva (lo de comprarte una casa y te salga defectuosa) y aprendí todo el Derecho que no sabía, ya que trataba directamente con los asuntos, e incluso a medida que avanzaba mi periodo de aprendizaje iba dedicándome a tareas de mayor responsabilidad, como redactar enteros los recursos y alguna demanda de varios folios de extensión.
Una experiencia, en definitiva, muy positiva, que se prolongó durante más de un año (con el paréntesis de la campaña de la Renta, que se merece entrada propia) y en la que aprendí una barbaridad, y vi cosas que me gustaron mucho de la profesión, hasta el punto de lanzarme al ejercicio por mi cuenta, aunque eso eran sueños que otro día explicaré cómo se rompieron.
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