En la variedad, dicen, está el gusto, así que este fin de semana, para variar, cogí con unos amigos una casa de turismo rural en Cantabria.
Salimos de Bilbao el viernes a la tarde y llegamos allí, tras soportar estoicamente el atasco, casi de noche, donde nos recibió la amble propietaria de la casa, y después, una cenita tranquila con tertulia posterior nos entretuvo hasta bien entrada la madrugada, pero como estábamos en medio de la nada y al día siguiente había idea de ir a la playa, optamos por ir a dormir (aunque mis malvados planes de dormir fueron frustrados por el salado de Enrique, cuyos ronquidos podrían silenciar el ruido de un reactor nuclear explotando)
A la mañana siguiente pudimos disfrutar de una nublada mañana de playa, por mucho que María insistiera en que era una bruma y que el sol iba a salir, pero del sol nada, así que tras la playa, y de tomar... nubes, volvimos a la casa a comer y a disfrutar de una partida de Poker de sobremesa, donde era curioso cómo el ritmo de las apuestas iba sincronizado con el de la música. Cuanto más rápida era la música más frenéticamente apostábamos.
Tras la timba de poker vino la merienda-cena y habida cuenta de que habíamos dormido poco y madrugado, optamos por irnos pronto a dormir, o algo, ya que entre los ronquidos y las moscas (¡odio las moscas!) no hubo forma.
El domingo a la mañana, sin mucha historia. Desayuno, partida de Catán, organizar las cosas, comer y para casa.
Gnomos de jardín moteros, el último grito en decoración
La cosa ha sido divertida, pero hay cosas que no terminaban de encajar. Para empezar, una cuadrilla de 8 amigos en una casa en medio de la nada, y ninguno de nosotros fue asesinado, y eso que era el entorno ideal. Pero nada, ni la amable señora de la casa, ni su perturbado hijo al que todos daban por muerto, ni el errático y misterioso jardinero, ni tan siquiera el psicodélico gnomo de jardín tuvo a bien asesinarnos. Y eso que cumplimos fielmente todos los tópicos, pero nada, ni al ir solos a la cocina a oscuras, n al ducharnos, ni nada. Está claro que la vida no es como las películas.
El otro punto a mencionar ha sido la horrible concentración de moscas, que parecía aquello el "Fly-Parade", y por más que las fumigábamos con insecticida (igual que hacían los señores aquellos señores en la 2ª guerra muncial) no había forma de erradicarlas. Las moscas, esos seres de pesadilla.
Y bueno, tras este desvarío, doy por cerrada la entrada de hoy en el blog.
1 comentario:
En vez de Viernes 13, la película que protagonizasteis fue MOSCOFOBIA.
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