Capítulo VII: El caso de Doña Gregoria (parte 1)
Había yo iniciado mi carrera en solitario tras la ruptura de relaciones con el amigo Pedro, y cierto día recibí la llamada de Mónica, una de las abogadas del despacho de Don Giuseppe, quien quería derivarme un tema, era el asunto de una señora de 80 años que mantenía un litigio con su comunidad de vecinos y tenía un decreto del Ayuntamiento que recurrir.
Dado que el expediente se encontraba físicamente en el despacho de D. Giuseppe, y que yo no disponía de despacho propio, al trabajar desde casa, me reuní con la tal Gregoria una mañana allí, y a lo largo de la mañana me estuvo explicando su asunto, que no viene al caso relatar, pero que era algo de bastante enjundia, con un expediente de varios cientos de folios y un decreto para recurrir ante el Tribunal de lo Contencioso-Administrativo. Y lo más gracioso, que al plazo de 3 meses que esta señora tenía para recurrir le quedaba semana y poco. Genial, un poco de presión.
Para más inri, la señora Gregoria, quien además resultaba ser bastante poco amable, quería una respuesta inmediata a su problema, y no era yo un abogado capaz de dar respuesta a un asunto de varios cientos de páginas y de formular un recurso a un decreto bastante largo, sin siquiera haberlo leído, así que quedé con la señora en que me quedaba con el expediente, me lo leíaese fin de semana y el lunes volvíamos a hablar.
En efecto, me pasé el fin de semana estudiándome el tocho (maldita la gracia que me hizo) y el lunes ya le expliqué el plan de acción, quedamos en contratar los servicios de Begoña la procuradora y le comento que el plazo vence el martes siguiente. Ella insiste en que mejor interponer el recurso el lunes, así que vale, como es la que paga, ella manda.
A lo largo de esa semana me marea con constantes llamadas telefónicas, llegando a tocarme especialmente las narices el viernes de esa semana, que nos habíamos citado a las 9 de la mañana en el colegio de abogados para ir después a hablar con la procuradora, cuando me llama a las 7 y media de la mañana al teléfono móvil. Obviamente no le cojo. Y cuando llego al Colegio me recibe malhumorada y me dice que no quiere que sea Begoña la procuradora, que quiere que sea Germán (omito los apellidos), que es quien le ha llevado asuntos anteriores. Ella era la que pagaba, y estaba en todo el derecho del mundo a elegir procurador, pero maldita la gracia que me lo dijera el mismo día.
Total, vamos al despacho de Germán, sobre las 9:30 y nos dicen que todavía no ha llegado, y para no tener que volver, le pido a la secretaria de Germán una dirección de correo electrónico a la que mandar el escrito (es el procurador quien entrega físicamente los escritos en el Juzgado) ya que además, tenía que cambiar el encabezado del escrito preparado (ya que ahí ponía Begoña)
Otro evento importante acaecido esa misma mañana fue que cuando salimos del despacho de Germán le recordé a Gregoria que tenía que firmarme la hoja de encargo para que yo me pudiera hacer cargo del asunto, y que además me tenía que pagar la provisión de fondos. Ante tal solicitud la "dulce" Gregoria torció el gesto y a la pregunta de si quería cambiar de abogado dijo que no, que estaba contenta con mi trabajo. Le dije que fuéramos al Colegio de Abogados, que estaba a la vuelta de la esquina y que me firmara allí la hoja, pero por absurdo que parezca, la señora se empeñó en firmarla en la calle, en el mismo portal del procurador.
Total, que me voy a mi casa, a eso de las 10:30 y envío el escrito por e-mail, y esa misma tarde hablo telefónicamente con Germán, quien me informa que para no tener problemas con el plazo, el escrito lo ha llevado al juzgado ese mismo viernes, y ese mismo día, a la tarde, cuando vuelvo a casa me encuentro con un mensaje de Gregoria, emplazándome a personarme a primera hora de la mañana del lunes en el despacho de Germán.
No es que me hiciera mucha gracia verle la cara a Gregoria, pero el cliente manda, así que voy al despacho de Germán, pero ni rastro de Gregoria. Allí Germán me facilita la copia sellada del escrito, con fecha del viernes, esperamos un rato a ver si la señora se digna en aparecer y nada. El teléfono, por supuesto, sin señal.
Me marcho de allí, y esa tarde me llaman del despacho de D. Giuseppe, diciéndome que Gregoria ha mandado para mí un fax entre insultante y amenazante, además de absurdo, en el que más o menos venía a azuzarme con las consecuencias que tendría para mí que el escrito no estuviera metido antes del martes (escrito que llevaba en el juzgado desde el jueves) Llamo por teléfono para pedirle explicaciones y sin señal, ni en el móvil ni en el fijo.
Llamo a la mañana siguiente y consigo que me coja, aunque todo lo que me dice es "estoy mala, no puedo hablar" y me cuelga. Narices infladas hasta límites insospechados. Decido enviarle una carta con una copia del escrito sellado, para que vea que tiene fecha del viernes y le recuerdo que me tiene que pagar la provisión, al tiempo que le deseo se mejore en su salud.
No vuelvo a tener noticias de ella hasta que un par de días más tarde recibo la llamada de un tal Rafael Pineda, abogado, quien me comenta que Gregoria ha decidido cambiar de abogado y que el tema lo lleva ahora él.
1 comentario:
Tio, me encantan tus peripecias abogaciles.
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