miércoles, 19 de noviembre de 2008

Central Park

Es como el de Bilbao, también hay patos.

Quien pensara que ya había hablado suficiente de mi viaje a Nueva York, y que no le iba a dedicar más entradas, se equivocaba, ya que hoy hablaré de una de las partes de Nueva York que más ganas tenía y que en consecuencia, o incluso a pesar de ello, más me gustó, y hablo del posiblemente más emblemático parque del mundo, el auténtico pulmón verde de Manhattan.

Impresiona, como ya dije, lo de tener un auténtico bosque en medio de la urbe, y es un sitio en el que te puedes perder paseando y dedicarle todo el día (la noche ya no, que eso puede ser un sitio muy siniestro) y admirar sus bellezas.

Ahí va la hostia, pues.

Vemos, que no solo nos copian lo de los patos, sino que también plantan un museo Guggenheim al lado del parque. Vaya copiones están hechos estos neoyorkinos. Si es que...

Pero hablando de patos, de entre los muchos monumentos que tiene el parque, hay dos especialmente simpáticos. Uno, la estatua de Hans Christian Andersen, célebre cuentista (pero de los buenos, no de los que vienen a diario a mostrador), dedicada a una de sus más famosas obras:

Me temo que dejo el comentario gracioso a huevo con esta foto...

A ver, déjame un momento que mire los resultados de la primitiva...

Y justo al lado, otra escultura, dedicada a otro escritor, Lewis Carroll, y a su obra "Alicia en el País de las maravillas", que se ve en la foto:

El genuino Jokin de Chesire

Tanta foto y tanto paseo ya empezaba a dar un poco de hambre, así que luego pasa lo que pasa...

Ezta zeta eztá un poco durilla...

Sin ánimo de menospreciar las propiedades nutritivas de la estatua, optamos por medios más convenciales de alimentación, y optamos por alogo más clásicamente neoyorkino:

Un perrito caliente, adquirido en puestito callejero.

Obviamente lo del perrito no tiene mucho glamour, pero a esas horas, aunque no sea más que una salchicha recalentada y embadurnada en ketchup, sabe que da gusto.

Siguiendo con el parque, llegamos al Castillo Belvedere, un castillo en medio del parque, con sus vistas, y sus hordas de niños que lanzan escalera arriba para evitar que uno pueda bajar. ¡Es una trampa!

El castillo y los payasos.

Siguiendo con cosas que están en medio del parque, destaca por su enormidad el lago, un enoooorme lago que está en medio, y que las imágenes definirán mejor que mis palabras (eufemismo para decir "estoy vago, no me apetece escribir").

No, ni esto es Escocia ni lo de la foto es un plesiosaurio.

La foto es chula, ¿no?

Y bueno, antes de acabar la entrada, dedico unas líneas a las verdaderas protagonistas de Central Park, las ardillas. El parque está lleno de ellas, repleto, y encima estos simpáticos animalillos están tan acostumbrados a la presencia humana, que cuando ven una cámara no solo no se asustan, sino que además posan.

Me la encuentro de noche y me acojono.

Lo dicho, Central Park, una parada indispensable para quien visite Nueva York, muy bonito, muy idílico, y si encima hace bueno, un marco inmejorable para pasarse el día paseando.

1 comentario:

Isilwen dijo...

jooooooooo, envidiaaaaaaaaa :'(