viernes, 12 de noviembre de 2010

Leyendo mentes

Usted quiere... no me lo diga. Vaya a la ventanilla 4

Muchos de los usuarios que vienen al mostrador suelen ser extranjeros, y no pretendo ser despectivo cuando digo que el nivel cultural medio de muchos de los usuarios que vienen suele ser bastante bajo (hay excepciones claro, y nótese que hablo de nivel cultural, en ningún caso de inteligencia), lo que suele incidir muchas veces en el deficiente uso del lenguaje, lo que unido a la complejidad que se da a veces en temas burocráticos, suele pasar que vienen a mostrador y nos volvemos locos hasta saber lo que piden, y es cuando tiene que entrar en juego la intucición.

Afortunadamente la casuística no suele ser demasiado extensa, y más o menos suele ser fácil acertar. Por ejemplo, si se plantan delante del mostrador y se limitan a decir "ayuda", generalmente suele ser que preguntan por su ayuda. Suele bastar con pedirles la documentación y consultar su expediente. Y generalmente suelen preguntar si cobrarán. O si tienen alguna incidencia, saber por qué han dejado de cobrar.

Algunas veces es por defecto, los que se limitan a decir "ayuda", "renta básica", "bilbobús", y otras por exceso, que sueltan una parrafada a todo correr, sin darnos tiempo a digerirla, cuando muchas veces es una consulta bien simple. Tiendo a pedirles estoicamente su documntación y acudir al expediente.

Naturalmente, a veces pasa que no vienen con las consultas típicas. Son los menos, pero en seguida se ve. Y además, desde un punto de vista práctico suele funcionar mejor preguntarles si lo que piden es lo que parece que piden, que volverse tarumba con cada uno.

Una muy clásica suele ser cuando piden el certificado de miembros de la unidad familiar para que les concedan la tarjeta del autobús. Creo que ese certificado lo he oído pedir de todas las formas posibles, aunque la más clásica suele ser cuando vienen y entre dientes musitan algo que suena parecido a "obús". Además esto es fácil, porque suelen lanzar sobre el mostrador la carta de los autobuses, muchas veces ahorrándose la parte de pedir el certificado. Dejan la carta sobre el mostrador, y ahí nos las entendamos.

Peores son, eso sí, las ocasiones en las que no hay manera de saber qué es lo que quieren. Y es una putada. Una putada para nosotros, porque es frustrante no poder ayudarles, y sobre todo una putada para ellos, que te hace sentir bastante impotente no ser capaz de expresarte por desconocimiento del idioma (claro, yo aquí lo veo todo muy fácil, pero si tuviera que dirigirme a una administración en Inglaterra, o en Finlandia, también me las vería y me las desearía hasta para pedir las cosas más elementales) Pero a veces también es cierto que ni se molestan.

Los hay que realmente piensan que somos capaces de leer mentes y se limitan a quedarse delante del cristal, como si tuviéramos que adivinar. (Me remito, por cierto, a la gloriosa anécdota de las chiviris)

O los que se quedan sorprendidos cuando les pido la documentación para poderles dar certificados o meterme en el expediente (sin que me digan su nombre ni nada). La culpa es mía, de no saber localizarlos por su mera fisionomía.

Pero por la parte anecdótica, sabemos qué es lo que tenemos que darle a alguien que nos pida un obús.

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