Mi nueva mesa.
Hoy la oficina estaba triste y desangelada, como consecuencia de la marcha de gran parte del personal el viernes. Pero no ha sido hasta después de subir del mostrador (que hoy me tocaba de 8:30 a 11:00) cuando realmente se ha notado. El mostrador, por cierto, también estaba bastante desangelado, ya que al irse la RGI a Lanbide, no vienen aquellas oleadas de personas, sino 4-5 personas contadas en toda la mañana.
Pero todo el tema del traslado y la reducción de la oficina trae consigo una consecuencia indeseada. No me muevo de oficina ni de sección, pero sí de mesa, ya que la mía desaparece y tengo que mudarme a otra. Otra que es bastante peor que la mía, pues estaba flanqueada por dos cómodos armarios, que guarecían bastante y venían muy bien para organizarme el trabajo. Además, estaba lo suficientemente apartada de las demás, como para que el barullo de las conversaciones no distrajera demasiado. Ahora me toca estar en una zona de paso, en medio de todo, en medio de todos los barullos, y sobre todo con gente pasando por detrás. Y para más inri, no puedo directamente coger mi ordenador, el que llevo 4 años usando, y llevarlo al nuevo puesto, y me tocará usar el que está ahí y a lo mejor (esperemos que no) me va a tocar volver a configurar todas las opciones, programas, accesos directos, etc.
Y sí, podía haber sido peor, me podía haber tocado cambiar de oficina. Pero los males menores no por ello dejan de ser males.
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