martes, 26 de junio de 2018

¡Pues haber estudiado!

Si tienes estas cartas de mano es justo que ganes la partida de mus, pero acepta que has tenido suerte.

Una reflexión que me viene sobre el mundo del trabajo, sobre un par de hilos interesantes que he visto en Twitter, que razonaban muy bien cómo al final los mejores trabajos acaban reservados a quienes se los pueden permitir, perpetuando muchas veces las desigualdades, es esta en la que voy a hablar de mi libro.

Tengo un muy buen trabajo (en la Administración), con un buen horario, un buen ambiente y un sueldo más que digno. Más alto que la media de mi entorno, incluso. Y nadie me ha regalado nada, PERO. 

Mis padres, sin ser ricos, siempre me han podido pagar los estudios, y no sé lo que es no poder pagar una factura o no poder ir de vacaciones. Sin grandes lujos pero con lo necesario siempre cubierto. 

Eso ya me dejaba de salida en ventaja. 

Nunca fui un mal estudiante, pero cuando se me atragantaba alguna asignatura, si había que ir a la academia, se iba. No era problema de dinero. 

Pude ir a la universidad (privada, además), y me fui sacando la carrera con la tranquilidad de que mi única preocupación era aprobar los exámenes, no si iba a poder pagarme la matrícula. Acabé la carrera y el mérito mío, nadie me lo va a negar, pero por ejemplo nunca tuve que quitarme tiempo de estudio para trabajar y poder vivir.

Terminada la carrera pude hacer un máster (no como Pablo Casado), y no tenía que andar haciendo números. Siempre tenía la certeza de que si quería estudiar ahí estaban mis padres para poner el dinero necesario.

Luego fue la aventura de la abogacía (aquí mis divertidas peripecias). Un desastre que me fue mal a todos los niveles, y estoy seguro de que nadie me dirá que no lo pasé muy mal. Terrible, de verdad, pero cuando llegaba a casa nunca me faltaba comida en el plato. 

Incluso pude opositar. Es verdad que para poder pagarme la academia me apunté (realmente porque quise) a una ETT y me dejaba los huevos currando. No miento, me lo curré mucho, pero es más cómodo currartelo cuando sabes que no es por necesidad. Que además, la casa y el sustento los tenía garantizados.

Llegó la primera oposición. No saque plaza (no tenía puntos), pero como podía dedicarme casi al 100% a ello, saqué una nota altísima, y seguro que quedé por delante de gente que se lo curró tanto como yo pero no tenía la suerte de poder dedicarle tanto tiempo. Porque con la ETT trabajé muy duro, pero también podía permitirme el lujo de decir "en diciembre no me llaméis, que tengo que estudiar". No todos podían. 

De aquella oposición, la interinidad. Es decir, buen sueldo, buen horario, estabilidad... Me pude independizar (cuando quise, no por necesidad) y cuando llegó la siguiente oposición otra vez a estudiar. Estudié como no he estudiado en mi vida: dedicaba cada minuto en que no estaba trabajando al temario, e incluso gaste vacaciones en estudiar. Sí, hasta me podía permitir dedicar a estudiar tiempo que otros no pueden permitirse. Sin cargas familiares, sin problemas de dinero en el banco y con el colchón de, en caso de desastre, saber que mis padres me cubrirían si venían mal dadas. 

Terminó la oposición y saqué la plaza (¡yuhu!). Nadie podrá decirme que no la merecí o que no me lo curré lo bastante, pero jamás seré tan ciego como para no ver que otros que se lo curraron tanto como yo no tuvieron la misma suerte. Por eso nunca me daré por ofendido si me dicen que mi mano de cartas inicial era mucho mejor que la de otros, porque es la pura verdad.

1 comentario:

Ricard dijo...

Solo por ser varón, blanco y haber nacido en el primer mundo ya puedes decir, como yo, que estás pasando la vida a dificultad "fácil".