lunes, 19 de septiembre de 2022

Jornadas Oniria

Ataviado para una partida.

Toca ya hacer la crónica de un fin de semana que ha sido un poco a caballo entre jornadas de rol y quedada en casa rural con amigos de jornadas. Pero empezaremos desde el principio, el viernes con un ameno viaje en Blablacar, que me deja en Madrid a las 13:30, y como he quedado a las 16:00 con la persona que me iba a llevar en coche a las jornadas, toca comer y hacer tiempo. Voy a parar al peor bufet libre en el que he comido en mi vida (el de la calle Montera, a evitar) y luego me voy andando, para hacer tiempo, hasta la zona de Tetuán, que es donde había quedado.

Cogemos el coche y nos vamos hacia San Rafael, donde está el albergue en el que se desarrolla el evento. Saludos, abrazos, alegría, todo muy guay, y a instalarnos. Y a lo jornadas clásicas, con sala común. Camas de verdad, pero habitaciones de 15 personas.

Cenamos y empieza la primera partida, un rol en vivo de terror, con tintes de Escape Room, llamada El legado de Elías, que termina, como toda buena partida de Cthulhu, con una mansión en llamas (imaginarias, que nadie se asuste). Luego un rato de charleta, pero el cansancio hace mella en mí y sobre las 4-5 me termino yendo a dormir.

Me levanto a las 9 para desayunar, pero me vuelvo a dormir, que no fue la noche más plácida de todas y estoy hasta las 13 entre una cosa y otra, cuando ya toca ducha, comida y prepararse para las partidas de la tarde. En este caso Primero vinieron, un rol en vivo ambientado en una azotea oculta de Berlín de 1942, a lo casa de Anna Frank, donde son Emil, el médico discapacitado. Partida intensita pero fascinante.

Llega la cena y las partidas nocturnas, y ahí ya sí toca un poco de mamarracheo en El personaje femenino definitivo, donde doy vida a Pitufina, en un vivo de humor, pero también de reflexión sobre los tropos femeninos en la ficción.

Y terminadas las partidas lo importante, la fiesta, donde compartimos batallitas y licores (aciertazos el ron miel Yacaré y el licor de brownie de Mercadona), hasta que el cuerpo dice que igual toca ir a la cama a dormir.

El domingo por la mañana, un poco parecido al sábado, hasta que llega el siempre triste momento de las despedidas, como los niños cuando tienen que volver del campamento. Después de comer y algo de sobremesa al coche, que hay que ir a Madrid, donde me esperaría otro Blablacar, siendo el viaje muy agradable, con gente muy maja, y como además los cuatro estábamos interesados en el partido, podemos venir escuchando y comentando la final del Eurobasket.

Eso ha sido todo. Lo mejor volver a ver caras conocidas, conocer gente nueva y, por encima de todo, la sensación de retorno a la vida y vuelta a la normalidad que me dan este tipo de eventos.

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