Es la de hoy una entrada un tanto atípica, ya que en principio no iba a ser un capítulo de mis memorias, pero cuando al hacer el crossblogs de hoy salió como tema "Accidentes de moto", pensando en qué poner me vino a la memoria cierto asunto que me tocó llevar una vez, que no es uno de mis casos más sonados pero que viene muy al hilo, y que he titulado, en un alarde de originalidad e imaginación:
Capítulo XI: El accidente de moto
Corría el año 2005, junio, y mi vocación abogadil estaba en un momento crítico. Había abandonado un par de meses atrás el infame despacho de Barroeta Aldamar y mi carrera en solitario solo daba tumbos, aunque todavía no era consciente de lo desastroso de mi situación y la capacidad de engañarme a mí mismo creyendo que era abogado aún funcionaba.
En estas estaba cuando acudió a mí un cliente, relatando que había tenido un accidente de moto yendo para casa, cuando un vehículo se saltó un ceda el paso y le derribó, sin causarle, afortunadamente, ningún daño grave. Algo en el brazo, pero nada en la cabeza, gracias al casco.
La historia no debería haber tenido mucho aquel, ya que firmaron el parte amistoso, en el que se reconocía la culpabilidad del conductor del coche, pero las cosas divertidas comienzan cuando descubrimos que el vehículo no tiene el seguro, y que hay que meter por medio al Consorcio de Compensación de Seguros. Y la cosa se tuerce cuando nos comunican del Juzgado que ha sido imposible notificar la denuncia, al no existir en la dirección indicada ninguna persona con el nombre del denunciado.
Pero el cúmulo de despropósitos no acaba ahí, ya que un par de días después me comenta el cliente que por un despiste había apuntado mal la matrícula y por tanto el nombre, la dirección y los datos del seguro, y que al mirar mejor la matrícula (que sí estaba bien puesta en el parte amistoso) pudimos rectificar la denuncia, y comprobar que el coche sí tenía seguro.
La cosa termina al poco tiempo cuando las aseguradoras de denunciante y denunciado, siguiendo sus cauces habituales, acuerdan la indemnización correspondiente, y deja de tener sentido la actuación judicial, con lo que mi concurso en todo este asunto deviene totalmente innecesario.
Total, que al final no le cobré casi nada al cliente y acabé con 60 euros en el bolsillo y muchas horas de trabajo tiradas a la basura.
Lee sobre el tema en otros blogs:
1 comentario:
Vaya hombre, pues que lio... para casi nada.
Pero, en fin, supongo que eso le puede pasar a cualquiera. En un momento asi, seguro que es facil despistarse. Digo yo.
Un besico. :)
Publicar un comentario