¡Es la luna, y va a atacarnos!
Lo bueno de Roland Emmerich es que uno sabe qué se va a encontrar cuando va al cine a ver una película suya, y con Moonfall no decepciona. Es una patochada completamente insustancial de catástrofes y aventuras en las que cuesta hacer que las cosas tengan sentido y que cuando intenta ser seria se vuelve todavía más ridícula y divertida. De las que hay que ver con el cerebro apagado, extraído y cuidadosamente guardado en su ambalaje original, pero que si conseguimos entrar a su juego es plenamente disfrutable.
Emmerich, que nos ha lanzado lagartos gigantes, invasiones alienígenas, maldiciones mayas, glaciaciones o un John McLane de baratillo, nos plantea como nuevo escenario catastrófico en el que la Luna se sale de su órbita y se abalanza sobre la tierra los Estados Unidos de América, poniendo en grave peligro a la Humanidad y a las leyes de la física.
La película empieza con tres astronautas (Brian Harper, Halle Berry y astronauta prescindible) haciendo sus cosas de astronautas en la órbia de la luna, cuando algo emerge del satélite y ataca a la nave, de forma que astronauta prescindible muere. Vuelven a la tierra de mala manera, y como la NASA necesita una cabeza de turco, Harper es degradado de astronauta a borracho divorciado que vive en autocaravana, no llega a fin de mes y tiene un hijo adolescente que siempre la está liando, lo que en la vida real sería una putada, pero que en una película de catástrofes es un seguro de vida. Además, su ex-mujer está casada con un millonario (Michael Peña) que parece gilipollas pero en el fondo es majo, y que se lleva fatal con el hijo adolescente. Ni cotiza que todos se acabarán llevando bien, y las casas de apuestas pagan poco por muerte triste con sacrificio heróico de Michael Peña.
A todo esto, ya es 2022, y todo comienza cuando un friki arquetípico y teórico de la conspiración, de los que duermen con su almohada hentai y escriben en Forocoches, trabaja de conserje en el observatorio de Los Angeles y como hobby hackea el ordenador de un jefazo, descubriendo así datos que confirman su loca teoría: la Luna es una superestructura alienígena, y se está saliendo de su órbita.
El friki contacta con el astronauta Harper, se juntan con Halle Berry y tras una serie de peripecias e investigaciones, donde descubren que la NASA lo sabía todo, terminan yéndose de excursión a la luna, tras una epectacular secuencia de despegue que seguramente vulnere todas y cada una de las leyes de la física, pero como la tierra ya ha empezado a irse al carajo, pues adelante con todo.
Pero antes de eso, la NASA ha enviado otro cohete a la luna, pero como eran astronautas sin nombre ni peso en la trama, mueren de forma ridícula, de forma que el ejército de los EEUU ya está acariciando nervioso el botón de las nucleares para volar la luna, y Halle Berry tiene que lidiar con que ex-marido, un militar de alto standing con el que tiene un hijo en común y una relación cordial (consejo básico de supervivencia en películas de catástrofes: llévate bien con tu ex), para que no la líen petarda.
En ese momento, la historia se desarrolla en dos frentes. Por una parte Halle Berry, Harper y el friki están camino de la luna, mientras que los hijos de los protagonistas(de los guapos, claro, el friki solo tiene gato) están correteando de un lado a otro y viviendo apasionantes peripecias en busca del bunker salvador. Ahí van viendo cómo afecta a la tierra la inminente llegada de la luna, y pasan cosas como que la gravedad empieza a fallar, o se va el oxígeno se va y viene, como cuando se va la señal wifi, haciendo que los pájaros se caigan del cielo, como piedras, y que mi cerebro arañe con desesperación las paredes del cráneo, queriendo huir.
Pero vamos otra vez a la luna, donde nos cuentan el giro gordo de guión, con la sorpresa que ya se encargaban de reventarnos en el trailer (menos mal que no lo vi), y es que la luna es una superestructura, creada por una raza alienígena hace millones de años, y que el bicho mortal que hay en la luna es una criatura cthulhuioidea, hecha de nanobots y entrenada para cazar vida orgánica, y es que nos cuentan que hace muchísimos años la humanidad vivía feliz y en armonía, hasta que las máquinas se rebelaron, les aniquilaron (les faltó añadir "y ahora tienen un plan" para terminar de fusilar Battlestar Galactica). Y como hicieron en Krypton, los antiguos humanos crearon lunas, que eran arcas para llevar su ADN a otros planetas (no lo explica expresamente, pero se sobreentiende que un dinosaurio millonario crea un parque temático con humanos clonados, provocando así su extinción). Todo esto en una escena en la que intenta, supongo, homenajear a 2001.
Pero una película de catástrofes no es tal sin su sacrificio heróico, y para salir de ahí y matar al bicho alguien tiene que quedarse para hace explotar una bomba. De los tres, Halle Berry es guapa y Harper es guapo, así que solo queda una opción. Harper se intenta sacrificar, pero en el último momento, el friki se cuela y decide ser él el héroe. Se mete en la boca del bicho cthulhuioideo de nanobots, presiona el detonador y, ¡Chocapic!
No hay bicho y todo resuelto. Los héroes vuelven a la Tierra, donde pese a estar todo arrasado y las imprevisibles consecuencias a largo plazo de que la luna esté a cinco minutos en autobús de cualquier punto de los EEUU, un sol radiante nos indica que todo se ha solucionado mágicamente.
Conste que la película tiene bastante menos sentido que como la he contado aquí, pero un despropósito es lo que quería ver y un despropósito me encontré, de modo que no le puedo poner ni un solo pero. Gracias Roland Emmerich, por darme exactamente lo que te pedí.
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