jueves, 11 de diciembre de 2008

Memorias de un ex-demandante de empleo. [XI]

Operadora, póngame 5 miligramos de Amoxicilina

Otro patético episodio de los tumbos y vueltas que di en pos de un medio de vida, está este intento fallido de encontrar en su momento una fuente temporal de ingresos, que al final quedó reducida a una absoluta y aburrida pérdida de tiempo. Como indica la foto, tiene que ver con telefonía, y este episodio he venido en titularlo:

El teleoperador

Supongo que ésta debía de ser una de tantas ofertas a las que me apunté por apuntarme en Infojobs. No era la primera vez que me llamaban, pero ésta vez les dije que sí. La falta de trabajos decentes, y la cada vez más firme convicción de querer mandar la abogacía a paseo, me hizo abrir las miras un poco y dije que sí.

El trabajo consistiría en estar en el servicio de atención al cliente en el call center de una empresa que Resulta ser la subcontrata de una operadora de telefonía. El trabajo eran muchas horas, una pesadez y mal pagado, pero "mal pagado" es infinitamente superior en lo económico a "no tener trabajo", así que no tuve más remedio que aceptar. Además, en breve iba a empezar el curso para la campaña de la Renta (la cual tendrá, como ya prometí en su día, sus correspondientes entradas) sabía que como mucho me iba a tirar ahí un mes. Y si me sacaba un dinerillo, pues eso que ganaba.

Pero lo peor era el curso previo que había que jamarse. El horario, 9 a 15, invitaba a cortarse las venas. Un auténtico coñazo, con el infumable manual (el temario de las oposiciones me parece más liviano que aquello) que nos impartían en un curso acelerado, y sobre todo tediooooooooso.

Un dolor, levantarse a las 8, con aquel frío polar (era la última semana de 2005) y estar allí hasta las 3 de la tarde, para llegar a casa a comer ya casi sin hambre. No es que las 15:30 sea muy tarde, pero tal era el tostón, que quitaba las ganas de nada. Y así sería por 10 días. Dos insoportables semanas, de lunes a viernes.

Pero lo peor no fue eso. Como ya he dicho, esta historia fue una completa y absoluta pérdida de tiempo. Aunque por suerte, en vez de 10 días solo perdí 6, puesto que el lunes, a mitad de mañana (hablamos de 2 de enero, con los ecos de año nuevo aún retumbando) nos dicen a otra chica y a mí que pasemos por el despacho de la jefa. Eso solo podía significar dos cosas: que nos hacían firmar el contrato, o que nos echaban. Resulta ser la opción B: Sin dar ninguna explicación, nos dicen que solo necesitan 10 personas y que en el curso estamos 12, y que estamos, por tanto, excluidos.

¡Qué tacto! ¡Qué elegancia en su proceder! ¡Qué delicadeza!

Y así se lo hice saber a la que nos daba el curso, una chica bastante simpática y razonable, y dado que era ella la que había tenido que tomar la decisión, le manifesté que me parecía una jugarreta bastante sucia, no el hecho de que echaran gente a mitad del curso (eso lo entiendo), sino que lo hicieran de esa forma. A buen seguro la decisión ya la tenían tomada de antes, y si me lo llegan a decir el viernes, yo me habría ahorrado perder esa mañana y madrugar para nada, así como me habría ahorrado las 2-3 horas de peñazo de ese día.

Quiso el azar que un año más tarde, cuando trabajé en Gobierno Vasco, esa chica fuera compañera mía de trabajo, y comentando el tema me dijo que en esa empresa actuaban así habitualmente, y que no muestran ningún tipo de consideración con los empleados ni con los aspirantes.

No obstante, debo decir que en parte tampoco me molestó tanto-tanto, ya que como mucho habría estado un par de semanas ahí, antes de irme al curso de la renta, por lo que no perdía tanto, pero eso sí, de haber trabajado ahí, habría sido una interesante fuente de batallitas para este blog. Por "suerte" también tenemos atención telefónica al "cliente" donde trabajo ahora.

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