martes, 23 de junio de 2020

Bloodshot

Vin Diesel, tan expresivo como siempre.

El cartel nos avisa de qué va la feria: Vin Diesel matando y haciendo fantasmadas. Una película honesta, y eso es bueno. No es una gran película, pero uno sabe dónde se mete, y además tiene alguna cosilla interesante.

Nos cuenta la historia de Murray Garrison, un soldado americano cliché, que tras saltarse las órdenes de sus superiores y meterse él solito en el avispero, consigue salvar la situación, aunque resulta herido de bala. Pero no pasa nada, porque es Vin Diesel, así que en vez de ser degradado a limpialetrinas por desobedecer a sus superiores y poner vidas civiles en peligro, le dan vacaciones, para que se vaya felizmente con su atractiva esposa a la idílica rivera italiana. 

Pero si esto fuera de que le sale siempre todo bien, no hay película, así que un malo muy salido de tebeo (igual tiene que ver que la película esté basada en un tebeo) y un pésimo gusto al vestir (lo de matar gente tiene un pase, lo de las chancletas con calcetines es imperdonable) lo secuestra, mata a su amadísima esposa delante de sus narices y le pega un tiro.

Si se muere ahí el protagonista, la película se queda un poco corta, claro, así que Vin Diesel es reconstruido, a lo Robocop por el malo de Ironman 3, con una tecnología de nanobots (nanitos) que lo mismo te regeneran la piel, que te dan superfurza, que te sirven de certificado digital en la sede electrónica de la Diputación Foral de Bizkaia al primer intento. Una fantasmada, vaya.

Pero es Vin Diesel, así que todo en orden (aunque con una amnesia horrorosa, que le impide recordar nada de su vida anterior), y le van presentando a sus nuevos compañeros de trabajo: la jamelga con apnea, el ciego que todo lo ve y el cojo cabrón. Juntos van a ser el nuevo supergrupo desfacedor de entuertos, pero entonces, casualidad de las casualidades, suena la misma música que sonaba cuando el malo mató a su señora y de repente empieza a recordar todo.

Se viene el despropósito:

Sus nanitos, que hacen de todo, le rastrean todo Internet en segundos, lo que le permite localizar al malo (del que solo sabe el nombre) con precisión milimétrica, robar un avión, bajarse un manual de pilotaje de Internet, llegar a Budapest, emboscar al malo, sobrevivir a varios disparos y masacarlo todo. Todo esto gracias a los nanitos, que son como un Tampax pero a lo bestia.

Nada parece tener sentido, pero entonces un giro bastante curioso le da sentido a todo y las piezas empiezan a encajar. Se entiende la relación con el malo, se entiende por qué hace algunas cosas y se entienden otras que chirriaban en la cabeza. Esa parte muy bien, me gustó.

El resto, pues tampoco me voy a poner a contar la película entera, que si cuento ese detalle le quito la gracia, pero el desarrollo es el imaginable: es como Fast&Furious pero con superpoderes, explosiones, peleas imposibles y un villano que parece el Dr. Octopus de Hacendado. Duelos de hackers en los que lo importante no es activar el firewall, sino teclear lo más rápido que se pueda. Así, hasta que, como debe ser, el héroe gana (que no en vano, es Vin Diesel) y, riéndose de su propio cliché, el grupo de héroes se marcha hacia la puesta del sol.

No mentiré, no es un peliculón. Pero si se ve como película de tortas y fantasmadas sin pretensiones (si no, no sé a qué has ido a ver una película de Vin Diesel), cubre el expediente con dignidad y tiene un par de cosillas interesantes. 

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