La legendaria espada Monado, eje fundamental de la historia.
Durante mucho tiempo el JRPG fue sin duda mi género de videojuegos favorito, especialmente en la época de la Super Nintendo. Final Fantasy, Chrono Trigger, Breath of Fire, Secret of Mana... muchos de ellos mencionados aquí, son mis vacas sagradas del pixel.
Pero la era dorada del género pasó y yo me desconecté. Eso no significa que dejaran de salir juegos, y entre ellos hubo una saga que despuntó en los tiempos de la Wii, que era Xenoblade Chonicles. Había oído cosas buenas de ella, y el año pasado por mi cumpleaños me dio el arrebato y lo cogí para la Switch.
Pasó, como no es raro que pase, que jugué un rato y ahí se quedó. Y a medida que pasaba el tiempo me daba más pereza porque tenía que empezarlo de cero o retomarlo sin acordarme de nada. Y es un juego que de primeras te abruma con tanta opción, tanto personaje y tanto objeto.
Estuvo muerto de risa hasta que en navidades, creo, opté por la opción sensata, que era empezarlo de cero, que ya sí que no me acordaba de absolutamente nada. Y ahí ya sí que lo cogí con más ganas y le di caña, hasta que este fin de semana, con cerca de 100 horas jugadas, por fin llegaba al final del juego.
Xenoblade Chronicles nos lleva a uno de esos mundos de fantasía, mezclados con tecnología, tan propios del género, en el que hay una guerra entre los Bionis (humanos) y los Mekon (máquinas), que viene de largo, y nosotros nos ponemos en la piel de Shulk, el héroe que se hace con la legendaria espada Monado, para ir por el mundo desfaciendo entuertos. Premisa típica, vaya. Además de la historia principal, y esto también es muy típico, podremos ir haciendo decenas de misiones secundarias, para ganar experiencia y objetos especiales (sí, ya sé que hay unrobot gigante arrasando mi aldea, pero tengo que encontrar 6 briznas de azafrán para este cocinero que acabo de conocer).
El sistema de combate no es el clásico de turnos, sino que es un pseudo tiempo real, en el que cada habilidad tiene su propio contador de tiempo y cuando se carga podemos usarla (si bien confesaré que mi táctica era aporrear los botones hasta que se morían los bichos), y como es de esperar, cada personaje que se nos une al grupo tiene las suyas y las podremos ir mejorando.
Lo que tiene este juego es que de primeras abruma. Tiene miles de opciones de vestuario, equipamiento, relaciones entre personajes, objetos, misiones... aunque también es verdad que una vez te haces ya no es tan horrible, y que una vez le pillas el truco al mapa es todo bastante fácil. Y tiene una cosa que se agradece mucho, que es el modo relajado, en el que la dificultad de las peleas se reduce muchísimo y nos podemos centrar en la historia.
Como puntos fuertes tiene que los escenarios están muy bien hechos y consigue dar una cierta sensación de mundo abierto, con una música que acompaña, y que además es diferente en cada sitio según sea de día y de noche. La historia es otro punto fuerte, y aunque a veces se siente muy cliché, sí que tene algún que otro giro de guion que me hizo mirar fíjamente la pantalla.
No va a desbancar a las grandes leyendas del JRPG (realmente ningún juego por bueno que sea lo hará, ya que no me voy a emocionar igual con 47 años que con 17) pero ha sido una propuesta muy digna y he amortizado con creces la inversión económica.
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