Ulises, Uuulises...
Después de pegarse contra los troyanos en la Iliada y de recorrerse todo el bestiario de la mitología griega en la Odisea, parecía que las cosas iban a ir bien para Ulises cuando por fin llegara a la isla de Ítaca de la que era rey. Allí podría reunirse de nuevo con su esposa Penelope, que llevaba lustros espantando moscones y su hijo Telémaco, que ya era todo un señor.
Pero la realidad era otra, y es que no es precisamente aclamado como un héroe y nadie lo reconoce. Ni sus vecinos, ni su mujer, ni su hijo ni en realidad él mismo. Y tras dar muchas vueltas la fiesta acaba con Ulises matando a todos, que por algo es una tragedia griega.
La película, que por sinopsis tenía buena pinta, se me ha hecho bastante dura de tragar, por aburrida. Puede que sea que no me pilló con el pie adecuado, pero su ritmo se me hacía lento y plomizo, con diálogos que no me emocionaban y personajes que tampoco me terminaban de cuajar. La fotografía muy vistosa, eso sí, pero el conjunto muy lejos de deleitarme. Y esa escena final con quince minutos de... nada, remató la faena.
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